lunes, agosto 29, 2005

Reflejos de cumpleaños

Cuando San Pedro empezó a mover los muebles en el cielo (así, hablaba mi abuela de los truenos), el día de mi cumpleaños estaba arrancando con esa extraña paradoja que tienen los "días" que comienzan y terminan de noche; igual que la vida.

Yo estaba sentado ante la computadora, mi compañera en momentos en que todos han decidido resignarse al sueño, y no le prestaba atención al afuera, aunque podría haberlo hecho porque mirar por la ventana cómo el agua cae sin descanso suele resultarme inspirador, pareciera que los ojos se empañan como los vidrios ante el aliento y uno comienza a dibujar fantasías con los dedos de la imaginación. Pero no, miraba por esta ventana de píxeles con la vista solamente nublada por el sueño y el humo de los cigarrillos.

Mi Señora no conseguía dormir, daba vueltas en la cama como si buscara un espacio en el que la noche tuviese los silencios de siempre; se sentó en la cama, fumó su enésimo pucho del día y volvió a acostarse hasta que, un rato más tarde, sus gruñidos me dijeron que finalmente se había dormido. Después, sin que la lluvia o los truenos se hubieran tomado descanso alguno, yo también me acosté.

Aunque sé que a algunos de Uds. la tormenta les resulta atractiva, para mí refleja la tristeza, no por la lluvia en sí, ni por el retumbar que la acompaña, ni siquiera me transmite esa sensación, tan solo es una imagen, como metáfora de un lugar común

No faltó quien la destacara durante el día, señalando lo inoportuno de que coincidiera con mi aniversario, pero a mí me importaba poco. He tenido tantas tormentas internas en los últimos tiempos que, como le decía a mi amiga Güendy hace un rato por mail, el único reporte meteorológico al que le doy importancia es al que viene de adentro, el que se refleja en un estado de ánimo inocultable y ese día, el brillo del sol se hacía una sonrisa constante de ojos achinados y hombros en alto.

Para que eso ocurriera no alcanzaba con que el número del día haya sido el 23 y el de mes el 8, hubo una mujer que dejó de lado su cansancio, hizo una torta de chocolate y se preocupó porque las cosas estuvieran listas para el pequeño festejo de la noche, hubo dos nenas que tuvieron ganas de cantar el feliz cumple varias veces en el día, hubo llamados telefónicos y mensajes de texto desde lejos, hubo familia en casa y amigos... Y hubo gente que decidió venir hasta aquí para mimarme, con posts o con mensajes, conocidos (y queridos) de siempre y otros a los que nunca había visto, gente que habla siempre y otros que jamás habían dicho una palabra.

El efecto residual es esa sonrisa que insiste en quedarse y un fantástico clima interno, en donde pareciera haber un fuerte viento que sopla las nubes lejos para que no molesten. Ojalá dure, hay con qué.

Nota: Aunque lo publique hoy, éste post lo escribí el jueves, antes de que Sol me acariciara lenta y suavemente el alma con esta ternura que hizo en su página.

jueves, agosto 25, 2005

Crónicas de viaje II

Hubo una Primera Parte

* Meteoro y Meteorito, los reyes de las pistas *


Las desventuras con el viaje y con el auto, recién habían empezado; como les conté, la noche se había vestido de tormenta y los truenos eran la orquesta de fondo para unos temores que no quisieron quedarse quietos ni con el cambio de auto, cuando nos subimos al nuevo modelo y lo pusimos en marcha nos acomodamos a las anchas... pero enseguida nos hicimos más angostos que un hilo de coser, no había forma de sacarlo de punto muerto, era un coche automático y por más que tironeábamos y tironeábamos no salía de la posición en la que estaba. No vayan a creer que nos desesperamos, al contrario, descansamos unos segundos para poder pensar, evaluamos las soluciones posibles, intercambiamos impresiones sobre el problema y... seguimos tironeando. Yo lo miraba al Negrito y el Negrito me miraba a mí, y ambas caras estaban tan llenas de interrogantes como la de De La Rúa el día del helicóptero.

Yo creo que los pavos le damos pena hasta a Dios, así que una casualidad hizo que apretáramos el freno y la palanca se liberó (a nadie, en el mundo, se le puede ocurrir apretar el freno de un coche que no se mueve, al Negrito sí!). Nuestro corto viaje por las carreteras americanas había empezado, por fin.


*Ok, Chispita y Chito*



Aunque de a ratos paraba, la tormenta seguía haciendo de las suyas y estábamos en una ciudad que NO conocíamos, cruzando calles que NO conocíamos y con el miedo a cuestas tampoco preguntábamos, nunca fuimos racistas, pero después del relato del vendedor, cada vez que veíamos un negro pisábamos el acelerador y así... nos pasamos o perdimos (según Mi opinión). El viaje por autopista se hizo como corresponde, respetando todas las velocidades máximas que se indicaban (o sea, nos pasaba todo el mundo). Resulta que yo estaba estrenando mi registro recién "compradito" y el negrito muchas ganas de dejarme manejar no tenía, pero como me veía tan entusiasmado y estaba cansado, hizo el auto a un lado y entregó el volante. Las millas que siguieron me hicieron transpirar tanto que ni la lluvia de hacía un rato me hubiera dejado disimular , con los brazos duros como si estuviera atajando a una gorda que se cayó encima mío y la espalda y el cuello firmes como si me estuviesen amenazando con un consolador; el Negrito no estaba mejor, si hubiese podido mandar los ojos adelante del auto para ver mejor lo hubiera hecho. Conclusión, cambiamos de chofer al ratito.

Cuando llegamos a Sarasota eran las ocho de la mañana (al aeropuerto habíamos llegado a las nueve de la noche) y según SU opinión, ni nos pasamos, ni nos perdimos, porfiado como pocos (creo que son doscientas millas).


Dedicado a Patomusa

martes, agosto 23, 2005

Hoy

Yo iba a hacer algo diferente, durante varios días me imaginé escribiendo distintas cosas, juegos en espiral en donde las palabras decanten hasta decir lo que tienen que decir; ponerme a charlar con alguna de esas canciones que parecieran estar hechas para la ocasión o invitarlos, sencillamente, a que el post lo hagan Uds. mismos; pero cuando la campanada número doce terminó de sonar y treinta y seis se transformaron en treinta y siete, yo, ya había dejado de pensar.

Hay quienes eluden su cumpleaños y se refugian en sí mismos para olvidarse del día, otros prefieren hacer un racconto de lo sucedido en el año que pasó; yo me dedico a recibir mimos, a mí me gustan las fiestas con guirnaldas y velitas, con cartelones en la puerta y globos, con gorritos y torta, con soplidos tan fuertes como el lobo de los chanchitos y las muchas formas de cantar el “cumpleaños feliz”; pero, por sobre todo, con mucho cariño.

¿Para qué más, entonces?; si siempre hay tiempo para un relato nuevo pero el día de mi cumple es hoy.


Update: Cosas de los cariños encantadoramente inexplicables, mi queridísima Shered me hizo un homenaje que llamó Ratonsario, en donde juega con los conjuntos que cada uno representa y esas intersecciones que tan cerca nos hacen sentir; Fle volvió justo para desearme felicidades y decir de mí unas cuantas cosas que no sé si son así pero suenan muy lindas; y Don Gayabuc me armó una fiesta sorpresa en un pelotero que ha hecho mi sonrisa muy ancha. No dejen de verlos.

viernes, agosto 19, 2005

Aventuras

Cuando yo escucho a muchos de Ustedes hablar sobre los tantísimos autores que han leído tengo la sensación de que si se hiciera un campeonato de lectura, entraría penúltimo y no es porque haya visto a alguien peor que yo sino porque me aferro a la esperanza de que exista. Pero, con todo eso, tengo una pequeña historia literaria infantil o juvenil que me trae tanto de esas Migajas del pasado que me gusta saborear.

Yo era feliz cuando mi vieja llegaba a casa con una Nippur Mágnum nueva, o con D’artagnan, El Tony o Fantasía. Las he leído desde que no estaban hechas todas en color (puff, qué viejo estoy), seguí las alternativas del Sumerio de Lagash (un antepasado del Caminante de Bajo la Luna Gris), lo vi pelear en Egipto, casarse con la Reina de las Amazonas y tener a su hijo, lo acompañe en sus mil guerras, mientras liberaba ciudades de malvados gobernantes y, finalmente, cuando volvió a su pueblo para echar al dictador Lugall Zaggizzi. Con el mismo entusiasmo, junto al inmortal Gilgamesh (que me desayuné de su verdadera existencia con el post de Ylek), recorrí la historia de la humanidad hasta lo que todavía no pasó y me enteré de la mafia norteamericana y de la Ley Seca según las aventuras del ítaloamericano agente del FBI, Giovanni Savarese. Hay mucho más, supe de las andanzas turcas por el renegado Dago, de las costumbres sajonas por el hijo de la loba, Wolf, y me balanceaba entre futuros inciertos y pasados igual de desconocidos con Mark y Or Grund.

Hubo libros también (che!, tampoco es para tanto), Constancio Vigil se encargó de contarme lo que le pasaba a la Hormiguita Viajera y al Mono Relojero antes de que Corazón llegara a mis manos y después de mi primer libro largo que fue Robinson Crusoe, la colección Robin Hood me acercó a Tom Sawyers, Colmillo Blanco, Dos Años de Vacaciones, La Isla del Tesoro, Sandokan y otros que ni me acuerdo, hasta llegar a Papillón al final de mi adolescencia.

Lo que no leía, lo miraba en el Sábado de Superacción del viejo Canal Once. Allí, me cansé de ver (porque las repetían seguido) Scaramouche, Los tres Mosqueteros, Ben Hur, el Fantasma de la Ópera, Cleopatra y Espartaco entre tantas otras, sumadas a todas las películas bíblicas de la época de semana santa en las que Dios siempre hablaba desde unas nubes que se abrían como si su voz ocupara lugar.

De todos ellos fui aprendiendo la historia, fantástica, incierta, deforme, pero historia al fin y todos me transmitieron ese gusto especial por la aventura. Así, muchas noches me despertaba queriendo soñar un ratito más para conocer el desenlace de esa historia que me había tenido como protagonista, no importa si no lo lograba, pocos días más tarde volvería a soñar una nueva situación que requeriría de mi valor, de mi osadía y de mi sagacidad para erguirme nuevamente en héroe.

Ahora que soy Papá y que la aventura se transita día a día, que finalmente tengo dos personitas que confían en mis superpoderes, saco aquellas ropas imaginarias y me dispongo a defenderlas de todos los peligros que las acechen. Recién allí, conocí el miedo.

Cuando la vida real se transforma en una aventura que requiere de toda nuestra atención, aquello queda guardado en un lugar remoto de la memoria, de la fantasía infantil, sin embargo, cada tanto, me vuelvo a despertar con el puño cerrado como si apretara una pesada espada y renacen las ganas de alargar un poquito más ese sueño. Pero hay que llevar a las nenas al cole, y se me hace tarde.

martes, agosto 16, 2005

Aquel día

Ya era el mediodía cuando viajaba hacia mi departamento con un sueño que debía ser pesado porque hacía más de un día que no dormía, pero no lo era, había otras cosas más importantes que me daban vuelta por la cabeza.

Cuando finalmente llegué, después de caminar los últimos pasos con ese andar inconsciente, poco preciso, que tienen los dormidos, pensé que no me iba a despertar hasta el día siguiente, sin embargo empecé a dar vueltas en la cama con una extraña molestia en mi estómago. Somnolencias permanentes y visitas cortas a Morfeo me tuvieron toda la tarde sin poder descansar bien.

Ese día tan largo había empezado a la salida del trabajo la noche anterior, o antes, pero lo importante, lo que vale la pena recordar, comenzaba allí. Esa noche tuvo tanto mate y tanta charla como no recuerdo que haya vuelto a ocurrir; cuando la mañana nos encontró igual de lejanos uno del otro sentados en los mismos sillones en que la comenzamos, yo no me había dado cuenta de que las horas avanzaban, ni siquiera de que existiera el tiempo.

La tarde se estaba por hacer noche cuando me di por vencido en mis intenciones de conciliar el sueño y recién entonces comencé a darme cuenta qué era lo que me estaba pasando. Llamé a una amiga y le dije que si todas mis acostumbradas seguridades habían desaparecido por completo, la única certeza era que estaba enamorado.

Hace poco más de diez años de aquello, dos semanas después de ese encuentro las palabras empezaron a decirse con besos y un mes más tarde mientras ELLA cumplía años en un día como el de hoy, un ramo de flores llegaba a sus manos con los nombres de los hijos que unos años después tendríamos.

Pero fue aquella tarde cuando supe que había encontrado a la mujer de mi vida, la misma que hoy está al lado mío. Feliz Cumple, Mi Amor.

domingo, agosto 14, 2005

¿Por qué no?

Si a mí, de vez en cuando, me dan ganas de esperar a que el helado se derrita un poco para batirlo con la cucharita mezclando todos los gustos hasta que quede una crema fría...

Y cuando entro a una juguetería, me pasa igual que a Cris, la recorro de punta a punta y en cada estante descubro una sonrisa nueva, un brillo inocente de ojos y las ganas de jugar...

Si me encanta ir al cine a ver las nuevas pelis de chicos, pero también me fascina descubrir en locales antiguos que todavía se puede comprar (aunque salga caro) Petete y Trapito o Ico, el Caballito Valiente, sigo siendo fanático de Larguirucho y aunque ahora esté de moda Barney todavía me acuerdo de Margarito Tereré...

Si cuando mis nenas saltan en inflables o recorren laberintos a mí me parecee injusto estar sentado en una mesa, tomando café y no dejo de pensar en aquel globo o caminata lunar en donde me divertía...

Si todavía me acuerdo de la Colonia Pibes que era un regalo infaltable en los cumpleaños y me gustaría bañarme con el jaboncito del futbolista...

Si no veo la hora de que crezcan un pelín más para que podamos entrar a todos los juegos mecánicos del Parque de la Costa, y disfrutar juntos igual que cuando me subía al Super Ocho volante del Italpark...

Si cuando tenían menos de tres años compré una pista de autitos sabiendo que ellas no la podían usar...pero yo sí :D

Si cada vez que descubrimos un árbol al que podamos trepar, yo me subo a la rama más alta y canchereo...

Si me gustan las canciones infantiles, las sé y las canto a la par de ellas y, en su momento me aprendí todas las coreografías de Piñón Fijo (no sólo el chu chu uá)...

Si me molesta que me interrumpan cuando les estoy leyendo un cuento infantil, ¡yo también quiero saber qué pasa después!...

Si, en definitiva, sentirme chico, es un mimo que no me cuesta nada hacerme y lo disfruto y me hace feliz todo el tiempo que esa figuración dure...

¿Por qué no he de celebrar éste Día del Niño, como un agasajado más (y deseárselos a todos los que comparten un poco de éstas Migajas)?

miércoles, agosto 10, 2005

Crónicas de viaje I

La salida fue una mezcla de emociones, hubo un asado en casa con toda la familia y de allí nos fuimos para el aeropuerto; la verdad es que cuando los vi desde la manga del avión repartiendo codazos para poder saludar por última vez se me llenaron los ojos de lágrimas, no iba a ser nada poco los dos meses afuera del país; pero también era mi primer viaje en avión y estaba inquieto y ansioso por el vuelo, no es que tuviera miedo, en realidad estaba como un chico abriendo los ojos bien grandes para que no se escape nada. Ni bien me senté, el negrito me dio un chicle para que los oídos no se taparan y yo me puse a mirar por la ventanilla, las casas, los autos y las calles parecían de juguete, eran las tres de la tarde del 21 de julio de 1991.

Tuvimos suerte que viajamos en un avión semivacío así que nos sobraba lugar y éramos atendidos como reyes, cuando nada podía verse por la ventana, me dediqué a recorrer las estaciones de música en las que nada me conformó mientras relojeaba en la pantalla cómo íbamos avanzando en el mapita que allí estaba, hasta que llegó la comida que me hizo sentir una especie de gentleman (nunca en mi vida había comido menucitos en bandeja), después la peli y una siestita.

Cuando llegamos a Miami nos esperaba una camioneta para llevarnos hasta el lugar en donde habíamos alquilado un auto, llovía como en la época de Noé y saliendo de las luces aeroportuarias, la lejanía de lo conocido hacía que la noche fuera más oscura de lo común. Los rayos parecían latigazos interminables en donde lo que se flagelaba era nuestra incertidumbre. Cuando nos recibieron en la agencia, festejamos que el vendedor hablara español, suponíamos que eso nos iba a hacer sentir más seguros. Él supuso lo mismo, pero jugaba de local.

El muchacho, "muy amistosamente", nos empezó a contar acerca de lo inseguras que se habían puesto las calles de Miami que nosotros debíamos cruzar para salir a la autopista que nos llevaría hasta Sarasota en donde vivían mis tíos. Parecía que el vendedor tenía muchas ganas de charlar, porque se tomó todo el tiempo del mundo para describirnos con detalle los últimos sucesos policiales callejeros. No es un lugar en donde haya nieve, pero si la hubiera habido, se vería negra al lado del color de nuestras caras, igual nos hacíamos los cancheros, como si tuviéramos todo controlado, no iba a ser cosa que pareciéramos maricones.

Cuando estuvimos a punto de ebullición y el hombre de la agencia terminó su último relato (con negros con cadenas incluidos en él), el tipo recordó mágicamente que, según las estadísticas, el auto más proclive a sufrir estos percances era el económico que nosotros íbamos a alquilar.

Como nosotros somos unos bananas bárbaros, pagamos la diferencia y llevamos otro auto...

viernes, agosto 05, 2005

La Vieja

Cuando camina siempre lo hace a una velocidad y media más rápido que el resto de la gente, de hecho muchas cosas pareciera hacerlas a un ritmo acelerado, se enoja, se desenoja, lee mientras mira televisión y no hay detalle que se le escape. Su día comienza un rato antes de despertarse porque se va enterando de las noticias por la radio y a veces termina de la misma forma. Al hecho de su recorrer la vida acelerada le agrega un exceso de optimismo, un creer que todo se va a arreglar y que a veces la hace quedar en orsai, pero nunca lo hace en forma estática (esa palabra solamente está en su diccionario los domingos en que se niega a abandonar la cama y a medias) siempre busca ser partícipe en ese "se va a arreglar".

No sabe mimar con gestos o palabras, en eso, como en tantas otras cosas, se parece a su madre, ni los besos, ni los abrazos, ni los halagos forman parte de su común, ella prefiere resolver las necesidades de los que ama intentando alcanzar las cosas que los van a ayudar a ser felices.

Su generosidad no se limita exclusivamente a aquellos a los que quiere, para ella la ecuación es fácil, si alguien cercano necesita algo y ella lo puede dar, lo hace (aunque a veces fuerce justificaciones poco creíbles como "yo ya no lo uso más").

Por todo eso y por más, le es imposible pasar desapercibida, no sabe lo que es el perfil bajo, ni el hablar pausado o en voz suave o las esperas calmas. No soporta aburrirse, y a tal punto es así, que en sus épocas de colegio decidió dar libre un año para adelantarse porque los conflictos políticos habían hecho que ese año se aprobara con "4" (laicos y libres).

El tiempo que ella tarda en leer un libro es similar a lo que a mí me ocupan los chistes del diario y siempre anda con dos o tres lecturas paralelas. Es la persona con la mayor cultura general que conozco, pasear con ella (que en realidad nunca es paseo porque siempre se está yendo hacia algún lugar) es escuchar las historias de cada uno de los edificios históricos que se van cruzando, de sus antiguos dueños o habitantes o de los sucesos ocurridos a su alrededor a través de los tiempos, venera santos y vírgenes desde su más profunda fe, a la que siempre acompaña con el conocimiento de la vida y de la obra del venerado en cuestión.

Si ella no fuera mi vieja, yo no sería ni un poco de lo que soy, su empuje consiguió en mí lo que mi dejadez jamás hubiera logrado y mi amor de familia no es más que un reflejo de lo que ella supo generar.

Y hoy cumple años. Feliz Cumple Má!!


PS: Y como si todo esto fuera poco, también cumple años (muchos menos) Joha (una debilidad de la casa), felicidades Pequeña Mujercita Escondida