miércoles, agosto 23, 2006

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Está empezando mi cumpleaños, es la trigésimo octava vez que esto sucede y la memoria no me deja recordar buena parte de ellos. Es extraño, uno se acuerda de tantas cosas flasheadas, sueltas, sin hilo y esos momentos que en cada año han sido especiales se me escapan como si fuesen un montón de aire.

Es un aniversario tranquilo, de estar bien sin euforia, y por más que la tranquilidad sea ese límite impreciso entre el bienestar y el aburrimiento, no puedo ponerme demasiado pretencioso. Después de lo malamente tormentosos que han sido los últimos años, que éste me encuentre tranquilo es más de lo que podía esperar trescientos y pico de días atrás.

Creo que pronto habré logrado la entereza suficiente como para poder empezar a construir sueños nuevos o retomar aquellos que quedaron incompletos. No podría precisar cuales son, pero soy demasiado inquieto como para quedarme en un lugar una vez que los pozos han sido tapados. Es probable que eso me aleje de este sitio, si es que no me he ido ya, pero aunque eso me genere muchos temores, que carezca de certezas y que en algunos momentos piense que será tan sólo un recreo, creo que todas las cosas deben concluir antes de que el cansancio o el aburrimiento las empañe y quizás eso ya haya empezado a pasar.

Pero no es algo que vaya a ocurrir ahora. No. Hoy es mi cumpleaños y ni la tranquilidad, ni las reflexiones acerca del porvenir, van a lograr ocultar la sonrisa franca, de ojos y boca, con que siempre lo vivo.

Y aún cuando aquella memoria débil me impida, dentro de un tiempo, recordarlo con exactitud, seré feliz este día como lo he sido en cada uno de los treinta y siente que me ha tocado festejar hasta ahora; es que son momentos en que el cariño se viste con todas sus ropas para encantarme desde el primer minuto.

Como dije el año pasado, yo creo que mi cumpleaños termina el día en que la última persona que tenga ganas haya saludado, de modo que cuando lean esto será el día preciso.

miércoles, agosto 16, 2006

Amores de ultramar

Un barco que navega escorado nunca me ha resultado una buena imagen, es cierto que a veces sugiere algún tipo de aventura pero esto sólo ocurre si uno lo mira desde abajo. El barco escorado siempre está naufragando, estira su final, pierde su carga y sus tripulantes se ven diminutos en el esfuerzo de ponerlo en pié. El barco escorado ha perdido todo su garbo, ha abandonado la elegancia felina de su deslizar, se ha ahogado en sus aires triunfantes y no regala mas que pena de verlo arrodillado mientras el agua y el viento juegan al piedra, papel y tijera para saber quién se queda con el trofeo.

En muchas ocasiones el barco remonta la dificultad, pero eso es otra historia, es contar el cuento una vez que se conoce el final y nada tiene que ver con ese estado en que se lo vio suplicar.

A veces tengo la sensación de que si Ella no estuviese a mi lado yo sería un poco como ese barco que navega escorado, que no tendría opción de pensar en un futuro porque me pasaría el tiempo tratando de ponerme a flote. Creo que si puedo mostrar algún tipo de porte agradable es porque es Ella quien genera el contrapeso necesario para que el equilibrio sea el preciso.

Puede ser que de vez en cuando discutamos por quién lleva el timón (en realidad siempre es ella), porque a veces uno quiere estar en popa y el otro en proa o porque no nos ponemos de acuerdo sobre cuál es la vela que el tiempo está pidiendo; pero nunca tuve duda alguna de que si estoy navegando hacia algún lugar es porque Ella me enseñó a leer la hoja de ruta.

Ella, la mujer que amo, que hoy cumple años.

sábado, agosto 05, 2006

La Vieja, un año después

Supongo que todavía arrastraba el olor de su pueblo cuando llegó a la gran ciudad para tutearse con el futuro. Atrás había quedado una adolescencia llevada a empujones, un colegio que de aburrida lo terminó un año antes por esa costumbre de vivir apurada, una familia para extrañar y un novio que destejía su historia en La Plata.

La recibió una pensión y el desafío de andar sola en un universo tan grande que a cualquiera hubiese acobardado. Ella levantó la cabeza con altivez, porque de ese modo se encaran los desafíos atemorizantes, mientras rastreaba las huellas de su nuevo entorno y no le llevó mucho tiempo conocer los secretos de cada uno de los adoquines que se atrevía a ponerse bajo su suela.

Mientras Ella seguía empujando, la historia empezaba a tomar forma, aquel novio llegó para casarse, cuatro hijos golpearon a la puerta, una nueva profesional bajaba las escalinatas de la Facultad de Derecho y las puertas de la casa soñada finalmente se abrieron. Nada de eso costó poco esfuerzo pero el asunto era empujar y así lo hizo.

Hoy ya cuenta con cuatro nietos, sus hijos hicieron su camino y su historia se puede ver con papel de regalo y moño, sin embargo, mientras cumple 65 años, Ella sigue apurada como si todavía no hubiese llegado a ningún lado, como si esa Buenos Aires de tranvías que la recibió, aún la estuviera desafiando.

Y aunque uno a veces quisiera que se tome las vacaciones que nunca pudo disfrutar, ella no va a parar, y en el fondo me parece bien.

Feliz Cumple Ma!


Notas: Me gustó más lo que escribí el año pasado, pero el saber que Ella se iba a asomar a ésta ventana para espiar las novedades, me impidió poner exclusivamente un link a ese post.

Por otra parte, hoy también cumple Joha. Felicidades Little Lady.