viernes, septiembre 22, 2006

Las tres muertes de mi Abuela

Mi Abuela murió tres veces, o quizás más, no sé, pero puedo dar fe de tres de ellas, cada una tan triste como solo una despedida puede ser.

Supongo que suena extraño esto de que una persona pueda morir varias veces, pero no lo es para mí, creo que durante la vida ocurren cosas que hacen que sintamos que a partir de ese momento otra historia es la que empieza. Hechos superfluos o profundos; gestados con la paciencia de una araña al hacer su tela o con la velocidad de una caída de párpados, pero en todas las ocasiones resultan de extremada importancia para quien los vive y se deja morir o pelea sin éxito hasta caer rendido.

La primera de las muertes de mi Abuela ocurrió hace veinticinco años y aunque yo era muy pequeño como para contar con exactitud cómo se sucedieron los hechos, intentaré relatar algo de aquello que se mantuvo abrazado a mi memoria hasta que le crecieron las uñas.

Yo estaba en el comedor diario de la casa de mi Abuela un par de días después de que mi Abuelo había fallecido, es posible que hubiese más gente con nosotros, pero no lo recuerdo, de modo que prefiero pensar que estábamos solos. Ella sostenía su pena de la mejor manera que podía (aunque esto no fuese más que con hilos de algodón) cuando sonó el timbre. No era riesgoso que un chico abriera las puertas en aquel pueblo y en aquellos tiempos, y, además, en mi condición de nieto mayor, tenía ciertas prerrogativas ganadas, de manera que fui hacia la puerta y la abrí. Entró alguien que tampoco podría decir si era familiar lejano o amigo, que venía a expresar sus condolencias. Mi Abuela se había quedado a mitad del pasillo atenta a lo que sucedía a su alrededor como siempre y al ver al visitante aceleró el paso hasta alcanzarlo en un abrazo en el que se deshizo en un llanto desconsolado y, aún comprendiendo la pena, me sobresalté con el hecho. No es bueno que los niños vean llorar a los mayores, aunque tampoco lo sea que los sentimientos se oculten, pero un adulto llorando, para un niño es poco menos que el derrumbe de una montaña y algo así debe haberme pasado en aquel momento. Pudieron haber otras tantas señales, pero aquella es la que he guardado como para describir la primera de las muertes de mi Abuela. La muerte a aquella vida que había llevado a cabo de a dos y que se transformó en una soledad sin aviso previo que ni hijos, ni nietos, ni los bisnietos que llegarían más adelante lograron llenar porque otro es el espacio que les tocaba ocupar a ellos en el corazón compungido de esa dama.

Esa primera muerte fue, quizás, la más desgarradora de las tres para mi propia Abuela, las otras se encargaban de afectar más a quienes estaban al lado de ella que a ella misma.

Diferente, triste de a ratos, la nueva vida comenzó a llevarse a cabo; la casa en la que vivía, todavía prolija, ya no tenía el brillo de antes (quizás como muestra de esa tristeza residual) y muchas cosas se fueron perdiendo, la planta de lima se secó igual que la parra y el auto que mi abuelo apenas si usaba para dar una vuelta, terminó en el campo. Nada de esto estuvo mal, pero es claro que no hubiese ocurrido en la vida anterior de mi Abuela, esa que se vivía de a dos.

Los nietos se hicieron grandes y los bisnietos habían empezado a llorar y mojar pañales cuando llegó la segunda muerte. Esta no fue tan repentina como hubo sido la primera, mas bien se produjo por una serie de deterioros permanentes y velorios prematuros aunque sí es cierto que el primer hecho ocurrió de forma totalmente imprevista. Una vena en la cabeza no cedió a la presión y transformó a una mujer vital, siempre joven y elegante, en una anciana. El habla no estaba bien y apenas si podía caminar y, sin embargo, con el tesón que muchas veces había mostrado, salió adelante hasta quedar casi como nueva. A pesar de ello había cambiado, se la notaba diferente, con ganas de aprovechar cada instante sabiendo que los finales habían estado a la vuelta de la esquina. La casa siguió deteriorándose y lo que antes eran plantas ahora eran arbustos, la tierra se salía de los canteros y trastos viejos se herrumbraban en el fondo al que ya nadie iba. A aquella venita la siguieron otras y cada vez la recuperación era más difícil.

Los últimos años de ésta tercera vida los pasó postrada, dejando de conocer y comprender a quienes se acercaban y con la familia reuniéndose seguido ante cada accidente temiendo que fuera la última vez. Aún en la inconsciencia, su tesón seguía inquebrantable y transcurrieron varios años hasta que llego un día en que la tercera muerte, la definitiva, batió palmas frente a su puerta como demostrando que aún los gigantes pueden caer derrotados.

Hace hoy un año de esa tercera muerte. Esa que lamenté más por aquellos que estaban sufriendo que por ella misma, que sin dudas hubiese merecido permanecer en esa eterna lucidez que un rato antes del final había cerrado los ojos.

La suerte que tenemos quienes creemos que existe una sala para visitar después de la última puerta es que podemos imaginarla de la forma que más agraciada nos resulte y entonces yo sé que hoy, como si fuese un extraño carrusel sin tiempo, ella ha recuperado aquella primera vida que tan feliz la hizo y en alguna parte los frascos se han vuelto a llenar de dulce, los zapallos están nuevamente almibarados, el pescado que trae mi abuelo tienen otra vez quien los cocine y Ella sigue atenta a todo lo que sucede a su alrededor esperando quien la visite nuevamente para poder preguntarle una y mil veces “¿no querés que te prepare un churrasquito?”.

Te quiero Abuela.

7 Comments:

Blogger Unknown said...

muy bueno, saludos desde Argentina. Deberian pegarse una vuelta por mi blog.
Salud y Exitos!

3:57 p. m.  
Blogger Mary Tere de la Villa Real said...

Que hermoso sentimiento el que te une aun a tu abuela. Yo no pude vivir lo mismo, asi que eres afortunado. Saludos desde Mexico.

4:18 p. m.  
Blogger Paloma Mensajera said...

FELIZ DIAAAAAAAAA!!!!!
Tu haces que la amistad valga la pena.
Besos. TQM

8:39 a. m.  
Blogger Paloma Mensajera said...

La felicidad iba para tu casa y con ella caminaban la paz y el amor.
Felicidades para este año que comienza, que sea la paz y la salud lo más importante en este año para todos . Te quiero mucho.

8:43 p. m.  
Blogger Unknown said...

Cuánta TERNURA! sU BLOG ES UNA INVITACIÓN AL SENTIMIENTO VERDADRO, Y CONTAGIA A TODOS.
LE FELICITO POR ELLO. LE ENVIO UN FRATERNAL SALUDO E INVITOA VISITAR MI BLOG.

6:44 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Por el presente comentario infrmo a usted que si visita mi blog, tiene un obsequio.
VAYA A pREMIOS Y AHÍ TIENE EL SUYO.
UN CARIÑOSO SALUDO.

5:45 p. m.  
Blogger NoMeCuentesUnCuento said...

Simplemente hermoso, pero a la vez triste, eterno y fugas. Saludos Rosana capuano

8:50 a. m.  

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