miércoles, febrero 15, 2006

A veces

A veces te miro, y entonces pienso que todo está en su lugar. Me gusta especialmente observarte cuando no te das cuenta de mi presencia ni de la de nadie más, cuando sos vos con vos misma y en esos breves segundos que dura mi espiarte escondido te celebro en silencio.

A veces te pienso, dormido o despierto, ¡qué más da!, me predispongo a imaginarte tal cual sos a diario y así, te disfruto hasta en tu ausencia, entonces estiro los brazos para alcanzarte y acariciarte como cuando estás a mi lado.

A veces paso cerca tuyo y te hago una caricia a las apuradas con mi mano del revés; en esos momentos es como si te quisiera decir que aunque la vida ocupe más horas de rutina que de ocasiones especiales, que estés a mi lado es una necesidad tan imperiosa e inconsciente como respirar.

A veces hacemos proyectos juntos, planeamos la vida o discutimos acerca del próximo escalón a subir y si a vos te parece que no siempre te escucho es que me quedé colgado en el “juntos” más que en el proyecto.

A veces te veo esposa, otras te veo madre de mis hijas y siempre te veo mujer; y me parece que cualquier rol que te toque lo desempeñás con la pisada fuerte de quien sabe que va a ganar. Me gusta refugiarme en esa seguridad.

A veces te veo defenderme, yo sé que no sos de abundar en palabras bonitas cuando estamos solos, pero cuando alzas la voz, por mí, ante terceros, yo me siento imbatible, lleno de vos y orgulloso de ambos.

A veces, muchas veces, se me ocurre que si no estuvieses conmigo, acá y ahora, me hubiera resignado a vivir la vida tan solo a veces y entonces me pongo cursi. Pero solo me pasa a veces.

lunes, febrero 06, 2006

Sol y la lluvia

Ella está sentada en el viejo umbral de una casa; todos los umbrales son grises y fríos y este no es la excepción, pero guarda tantas historias como puntos blancos y negros pueden encontrarse en él y a ella le maravillan las historias sobre personas, y las personas. Sin embargo, a veces siente que no le gusta este lugar, que está vacío y triste, pero cuando la melancolía de la soledad no la atrapa o se desvanece, vuelve a sentirse a gusto.

El día había amanecido despejado y un poco fresco pero apenas si alcanzó a ser una ilusión; el calor de la época empezó a ganar su espacio y en apenas un rato se encargó de descomponer toda partícula de agua que encontraba a su paso. Las nubes, por cierto, daban cuenta de ello y comenzaban su ritual de amor encimándose una con otra cada vez más apresuradamente.

Ella miraba con tanto detenimiento a la gente que pasaba a su lado que hasta podría describirla, de vez en cuando les decía cosas bonitas porque no entendía que hubiese otra cosa para decir y las personas le devolvían una sonrisa plena que permanecía un segundo más que ellos mismos.

Entre las nubes ya no había espacio ni siquiera para un secreto y comenzaron a amoratarse. Un haz de luz cruzó desde uno de los altos edificios hasta el otro y quebró la resistencia de la humedad del aliento, entonces empezó a llover como si así hubiera estado planeado.

Ella sintió humedecerse su pelo y achinó sus pequeños ojos como un acto reflejo. Por encima suyo no había más que aire mojado pero no tuvo la menor intención de esconderse de él. El agua le caía por el rostro como si fuesen lágrimas y, sin embargo, ella desanudaba su mejor sonrisa. Levantó la mirada al escondido cielo y abrió la boca sedienta de lluvias y horizontes.

Por efecto de la tormenta, la calle que antes se veía inundada de gente, se transformó en un lugar de espacios; de vez en cuando alguien pasaba corriendo de un lado a otro con un periódico en la cabeza y los autos aceleraban las escobillas para quitarse el agua de encima.

Ella se levantó, y empezó a caminar con la certeza de que pocos habían podido entender la belleza de ese momento y así anduvo pisando charcos, que salpicaban tan alto como ella, hasta que la tormenta se detuvo como los autos en el semáforo.

La acera volvió a llenarse de gente como si alguien hubiese gritado “piedra libre pa todos los compa” y ella encontró un nuevo umbral en donde esperar otro chispazo de esa felicidad que tanto le gusta mientras se ponía a contar los puntos del suelo y a decirle cosas bonitas a la gente que pasaba a su lado.

Que tengas un maravilloso cumpleaños Solcito.