jueves, julio 20, 2006

Amigos

Hubo un día que llegó como un insulto, el hartazgo había alcanzado su posición más angosta y una pared golpeteaba persistentemente mi cara abollada. Sin tomar demasiada conciencia de mi ahogo y agotado de que el oxígeno me impidiera respirar le puse una nariz de payaso a mi futuro ajado y decidí reírme o sonreír al menos que en ese momento sonaba a carcajadas. Si todas las puertas conducen hacia algún lado, todos los picaportes tienen detrás una puerta; quizás por eso y sin saber hacia adonde me dirigía tomé con todas mis fuerzas esa salida y deposité allí el resto que me quedaba. Las apuestas desesperadas no suelen tener éxito, pero ésta vez iba a descubrir un mundo que nunca hubiese podido formar parte de mi fantasía, era sencillamente inimaginable.

He sido una persona afortunada al cruzar ese umbral, aunque no desearía, ni por un instante, volver a estar en aquella situación que me deposito, casi a empujones en éste sitio. Y menos hoy, que sé que a aquel lejano presente, todavía le esperaba un futuro mucho peor.

Pero lo cierto es que ese día se encendió un pequeña lámpara, débil, lejana, que si bien no alumbraba demasiado, al menos servía para encontrarla en momentos y lugares en que nada parecía verse. Esto era reconfortante de a ratos y, poco a poco, esos momentos fueron haciéndose más y más llenos y necesarios.

Esto que he contado conformaba la madeja de sensaciones que se anudaban en mi estómago al momento de llegar al universo de las bitácoras. Es cierto que con la distancia las cosas se ven diferentes, que algunos colores se diluyen y otros se resaltan, pero a veces pienso que la historia jamás será cabal, que apenas si uno puede pegar retazos tal y como han quedado en la memoria y por tanto no habrá nada más cierto que ellos mismos.

No creo, ni entiendo, que por haber tenido la fortuna de saber acomodar, de vez en cuando, un conjunto de palabras con más o menos sentido, sea merecedor del cariño de tanta gente, no me explico, tampoco, cómo mucha gente también provocó que mi cariño se moviera a ritmos agitados y sin embargo todo eso está allí. Quizás las razones no se encuentren por ese camino, pero la magnitud de la generosidad con que se me ha tratado es tan grande que me obnubila como para comprender algo más.

No es menor, ni se me ha escapado, el hecho de que en cada ocasión que algo realmente importante ocurría en mi vida, los comentarios hayan crecido al ritmo de los acontecimientos. Que cuando estuve mal y la tristeza me tapaba como una frazada en verano o cuando celebraba mi cumpleaños todos se daban cita como si se pusiesen de acuerdo. Es como si hubiese un montón de seres invisibles esperando para darme un abrazo que deciden corporizarse en el momento exacto.

Pensé hablar del día del amigo de muchas formas diferentes; mencionarles, una vez más, a aquellos cuatro del principio del tiempo, nombrar a cada una de las personas que provocaron un eco en mí o contar de los encuentros y sus sensaciones. Pero preferí recordar aquel inicio porque siempre es bueno poner blanco sobre negro para que lo que vale la pena resalte como es debido.

Que tengan un muy Feliz Día, Amigos Míos.