miércoles, agosto 23, 2006

38

Está empezando mi cumpleaños, es la trigésimo octava vez que esto sucede y la memoria no me deja recordar buena parte de ellos. Es extraño, uno se acuerda de tantas cosas flasheadas, sueltas, sin hilo y esos momentos que en cada año han sido especiales se me escapan como si fuesen un montón de aire.

Es un aniversario tranquilo, de estar bien sin euforia, y por más que la tranquilidad sea ese límite impreciso entre el bienestar y el aburrimiento, no puedo ponerme demasiado pretencioso. Después de lo malamente tormentosos que han sido los últimos años, que éste me encuentre tranquilo es más de lo que podía esperar trescientos y pico de días atrás.

Creo que pronto habré logrado la entereza suficiente como para poder empezar a construir sueños nuevos o retomar aquellos que quedaron incompletos. No podría precisar cuales son, pero soy demasiado inquieto como para quedarme en un lugar una vez que los pozos han sido tapados. Es probable que eso me aleje de este sitio, si es que no me he ido ya, pero aunque eso me genere muchos temores, que carezca de certezas y que en algunos momentos piense que será tan sólo un recreo, creo que todas las cosas deben concluir antes de que el cansancio o el aburrimiento las empañe y quizás eso ya haya empezado a pasar.

Pero no es algo que vaya a ocurrir ahora. No. Hoy es mi cumpleaños y ni la tranquilidad, ni las reflexiones acerca del porvenir, van a lograr ocultar la sonrisa franca, de ojos y boca, con que siempre lo vivo.

Y aún cuando aquella memoria débil me impida, dentro de un tiempo, recordarlo con exactitud, seré feliz este día como lo he sido en cada uno de los treinta y siente que me ha tocado festejar hasta ahora; es que son momentos en que el cariño se viste con todas sus ropas para encantarme desde el primer minuto.

Como dije el año pasado, yo creo que mi cumpleaños termina el día en que la última persona que tenga ganas haya saludado, de modo que cuando lean esto será el día preciso.