jueves, julio 28, 2005

Un segundo, dos vidas

No sé lo que es la felicidad, o mejor dicho, no podría dar una definición cabal de ella, en realidad creo que es una construcción que se va haciendo poco a poco, con altibajos, con momentos mejores y peores, con soledades y compañías. Si vuelvo a leer lo escrito, podría cambiar la palabra "felicidad" por "vida" y el resto quedaría igual. ¿Será que la vida y la felicidad son lo mismo?. Puede ser, de hecho ambas se necesitan mutuamente para cobrar sentido. Más allá de mi formación católica y mis creencias religiosas siempre me resultó muy tentadora la idea de la reencarnación, la posibilidad de volver a recorrer permanentemente este camino que, en condiciones normales y deseadas, va de pañales a pañales. Pero, salvo contadísimas excepciones uno cree lo que hereda o no cree nada y es muy difícil encontrar a quien haya abrazado una religión muy diferente a lo que le han enseñado.

Pero yo estaba hablando de la felicidad, o de la vida, qué se yo; la una y la otra son tramposas, el presente se muestra tan sobre las narices que difícilmente podamos verlo en su real magnitud y no nos queda más que observarlo un tiempo después cuando no tenemos más opción que aceptarlo o extrañarlo.

Más allá de esas construcciones diarias, hay segundos de éxtasis (sin pastillas), situaciones en las que uno sintió que adentro de la galera había un conejo; momentos en los cuales uno deseó salir corriendo a contárselo a alguien o que el tiempo nos diera el control remoto por un rato para rebobinar cuantas veces se nos diera la gana.

Afortunadamente tuve varios de esos momentos, pero ni bien leí el post de Sherita, vino a mi cabeza una noche muy especial. Este es el relato.

Yo siempre pensé que mi casamiento era una celebración al día en que mi vida se dividía en dos, de un lado quedaban mi niñez, mi adolescencia y esa juventud en que todo gira alrededor de uno mismo, del otro lado estaba el hombre que había decidido pensar en pareja (y pelear también) y más adelante otras niñeces, adolescencias y juventudes tan propias como ajenas.

Las semanas previas tiene demasiados preparativos, la comida, la música, la distribución de los invitados en las mesas y esas otras cosas que se mezclan con la ansiedad y provocan tantas discusiones que uno tiene ganas de abandonar la carrera antes de la largada, pero el día siempre llega, y todo resulta estar preparado. Nos tocó una noche de lluvia a baldes y las fotos previstas en alguna plaza se sacaron a la salida de la Iglesia, entonces sobraba el tiempo y, por ser demasiado estructurados, mientras todos disfrutaban de buffet, nosotros tomábamos un café en el remis esperando el momento de la entrada.

La entrada fue el primer momento de plenitud que esa noche me regaló; mientras Freddy Mercury cantaba "que había nacido para amarla" las puertas se abrieron y todos se levantaron de sus mesas a recibirnos, mi sonrisa se hacía cada vez más grande ante cada abrazo, estaban todos.

Después se armó el cachengue y el vino y más cachengue y más vino. Cuando empezó a sonar YMCA un huracán de manos (cientos en mi recuerdo) me levantó por el aire y me llevó como un avión por todo el salón hasta encontrar a mi mujer y aterrizar en un beso. Yo sentí que había volado, ese fue mi segundo momento.

Un buen rato antes de que la fiesta terminara, llegó la hora del brindis. La familia íntima se juntaba en la mesa central y cada uno retiraba su copa llena de champagne, mientras el resto de los invitados hacía lo mismo en sus mesas. En ese momento alcé mi copa y miré a todos como si tuviera un par de ojos para cada uno, mi pasado, mi presente y mi futuro se levantaron de sus sillas inmediatamente y, desde su lugar, levantaron sus copas conmigo. Ese fue EL MOMENTO en que sentí que mi corazón llegaba desde los pies hasta la cabeza. La plenitud.

martes, julio 26, 2005

Prehistoria

Ya tenía ganas de hacer una página nueva antes de imaginarme lo que hoy es Migajas, varias ideas pidieron permiso para probarse la ropa y unas poquitas desfilaron. Una de ellas, fue la de recrear una historia no infantil, con los personajes de cuentos y películas para chicos. Antes de desistir, porque me ataba a un único tema al igual que en Bajo la Luna Gris, escribí un par de relatos. Este es el primero de ellos.



Fantasía 2005

Escuchar a la madre discutir con el padre no era una experiencia muy grata pero ya se estaba acostumbrando. Especialmente le dolía cuando ella, de algún modo, era la causante del embrollo y claro, las calificaciones no habían sido lo esperado.

Unos momentos antes, la madre a los gritos le recriminaba a su padre acerca de las malas influencias y, siempre caía en la misma frase. “son tus sobrinos, especialmente el mayor”.

Es cierto que Bart, no era muy tranquilo, pero ella lo quería y disfrutaba mucho de los juegos juntos aunque no participara de las peores travesuras del chico.

Como sea, lo hecho, hecho estaba y venía la época de castigos que comenzaba esta misma tarde cuando le llevara los regalos a la abuela enferma.

Resignada, se acomodó su roja caperuza sobre la cabeza y salió para la casa de la abuela, no sin antes escuchar el rosario de recomendaciones que su madre le dio.

Unas cuadras mas adelante, sacó un par de alfileres de gancho y redujo el largo de su pollera hasta donde ella deseaba, dejando ver sus delgadas y atractivas piernas adolescentes, y desabrochó un par de botones de su blusa, ahora sí, estaba preparada para cruzar por el pueblo y encontrarse con varios de los galanes que tenía en su mira.

Esa imagen de guerrera al acecho, no le impedía refunfuñar preguntando al viento por qué su abuela no se mudaba más cerca si ya no podía cuidarse sola. Pero la consolaba el saber que por un fin de semana al menos, se había librado del “amor paternal”.

miércoles, julio 20, 2005

Amistad (actualizado)

Que no me haya conformado lo escrito para hacer referencia a este día en donde se celebra lo que siempre nos hace bien, no debe evitar que los salude con la esperanza de que mañana tenga un rapto de lucidez y diga algo mejor.

Nunca me consideré un escritor y, por eso, no creo que quienes vienen aquí sean lectores, los veo como compañeros de ruta, de un viaje en el que los sentimientos se hacen Migajas cada vez más grandes y más valiosas; el cariño hacia Uds. es una consecuencia natural de lo que cada uno ha sabido generar, y creanmé que no ha sido poco.

Espero que puedan imaginar el abrazo cálido, largo y bien apretado que deseo transmitirles a todos los amigos cuya cara me dedico a imaginar a diario (y a los que conozco también che!).

Salú (no importa cuándo lean este post, ese será nuestro día).

---- (muchas horas más tarde, sin estar totalmente conforme, el post)----

Nunca me resultó demasiado fácil entender este espacio de vida virtual, tan etérea y fría que los besos y los abrazos necesitan de muchas palabras acompañando para que sean entendidos como reales y a la vez tan vida en sí misma que es capaz de generar los sentimientos más profundos y más nobles (aunque también de los otros porque la malicia no reconoce fronteras ni en la tecnología).

No significa que ahora lo haya entendido, pero está aquí, es parte mía, como lo son cada uno de Uds. en el pequeño pedacito de tiempo que ofrecen para compartir.

El tiempo también me resulta extraño por estos lares, todo parece que sucediera a una velocidad vertiginosa, la gente aparece, desaparece, se bautiza a diario con diferentes nombres, juega, se enoja, se alegra y entristece y todo lo hace a un ritmo que sería imposible de imaginar para una vida de carne y hueso.

A veces me parece (o intento buscar respuestas) que es como en los sueños, allí todo ocurre de ese modo, los minutos corren más rápido que la aguja de un reloj enloquecido y nada de lo sucedido tiene desperdicio, no hay intrascendencias ni cuestiones poco importantes y todo se vive con tal pasión que, aún dormidos, podemos transpirar, reír, llorar o sencillamente dar vueltas y vueltas tratando de encontrar una puertita de escape en el doblez de la sábana.

Detrás de los sueños, como detrás de la pantalla, estamos nosotros, tan humanos como siempre y tan vivos que nos es imposible ignorar lo que sucede a nuestro alrededor.

Cuando uno no entiende algo, está fértil para ser sorprendido y tan así fue, que por momentos he sentido que caminaba entre sorpresas como un chico entre regalos en la noche de Navidad, ya poco me acuerdo de alguna pena que se haya colado pero no puedo borrar la cara estirada de tanta sonrisa plena. No quiero mencionar a cada uno porque temo a los olvidos y nadie está excluido de lo dicho (aunque algunos se han hecho verdaderamente especiales), sin embargo quiero hablar de alguien que no suelo nombrar.

María Florencia Anderson, se cruzó conmigo aquel día de las "lágrimas por messenger" en lo de la Gorda, tengo la sensación de que ese día era tan profundo el sentimiento con el que hablábamos que excedió el marco de la página, de alguna forma se generó un puente de esos que son capaces de cruzar las almas y aferrarlas bien fuerte. Después de aquello, teniendo en cuenta que la distancia física era insoslayable, hubo muchas fotos compartidas, charlas telefónicas y por messenger. Un día de fines del año pasado, llegaron a mi casa dos Barbies bailarinas para las nenas, conocí a la madre y tomé un café con ella y sentí en ese momento que aquella distancia se había acortado tanto, que poco podrá agregar cuando, finalmente, nos veamos las caras. No es el hecho en sí de recibir un regalo para mis hijas sino el cariño que el gesto involucraba. El cariño que tengo por Flor es tan grande, que no deja de provocarme sonrisas cada vez que la recuerdo.

En este mundo extraño, como decía al principio, está de más querer entender, porque vale la pena vivirlo, como la vida misma. Feliz día del Amigo para todos.

lunes, julio 18, 2005

Pasión

Marcos, una especie de genio pachorro de lámpara mágica, y yo llevábamos un mes de travesía por el viejo continente cuando se subieron unos italianos al compartimiento de tren en el trayecto que nos llevaba desde Budapest hasta Venecia. La verdad es que a esa altura, los trenes, cuando los viajes no eran nocturnos y aprovechábamos para dormir, se hacían bastante aburridos; ni bien uno de ellos terminó de hojear el Corriere dello Sport se lo pedí prestado en lo que sería mi primer cruce con cuestiones que tuvieran que ver con la segunda madre patria de los argentinos o la madrastra o la abuela que malcría..., con Italia, quiero decir.

Nos esperaban de uno a tres días en la ciudad de las góndolas y los canales, dependiendo de cuánto nos gustara, de allí iríamos a la seductora Florencia y después Roma en donde el Turco se uniría al grupo (en una historia que algún día merece ser contada).

No se me hizo muy difícil entender el diario italiano, no porque maneje muy bien ese idioma sino porque en cuestiones deportivas todo parece universal. En las primeras páginas del periódico había un pequeño cronograma de los partidos amistosos que iban a jugar en la península los equipos que se encontraban de preparación y, para mi sorpresa y alegría, unos cuatro días después, como consecuencia del pase de Batistuta a la Fiorentina, el glorioso Boca Juniors, mi Boquita, iba a jugar en Florencia. El partido iba a ser el 24 de agosto, justo un día después de mi cumpleaños y ese iba a ser mi regalo, único e inimaginable.

Pasaron tres días en Venecia y nos fuimos a esa ciudad con nombre de mujer en donde lo primero que haríamos sería comprar las entradas para la cancha, el precio era saladito para turistas de comer poco y caminar mucho, lo más accesible eran las populares pero no me animaba a ir a un estadio tan lejano a meterme entre la hinchada visitante, “en la platea voy a estar más seguro”, pensé.

Ese día nos cruzamos un par de camisetas de Boca caminando por la calle que me saludaban al ver cómo lucía el gorrito auriazul que me había llevado. Tomamos un colectivo con ansiedad de sonrisa grande y nos bajamos a unas cinco cuadras.

En un momento me puse a buscar el Riachuelo y Caminito por todos lados, porque lo que estaba pasando no lo podía creer; estaríamos a dos cuadras del estadio cuando empezamos a entender qué era lo que se estaba cantando. “Dale Boca, dale Booo... y dale Booo y dale Booo, dale Boca, dale Booo…”. Me emocioné. Cuando entré me di cuenta de mi error al comprar las entradas, un grupito de trescientos hinchas con camisetas mezcladas de Boca y Argentina y con banderas varias gritaba desde la popular. Esos trescientos eran más que los miles de italianos porque en cada canto, en cada grito se multiplicaban.

Cuando este fin de semana miraba por la tele cómo unos pocos cientos de argentinos eran mucho más que nueve mil quinientos australianos, me acordé de eso y de tantas otras cosas parecidas que no vale la pena detallar y yo estoy seguro que si alguna vez se hubiera encauzado toda esa pasión que mi pueblo tiene (por más que algunos se la hayan llevado lejos), nuestro presente sería envidiable, pero no, lamentablemente no. Aunque no por eso yo deje de soñar que algún día... pueda ser.

jueves, julio 14, 2005

Pupé (doble post)

Siempre he perseguido el saber, esa palabra que se dice cortita y se hace tan larga como el infinito que uno no termina de entender (y que suena como muy gordo). Es como atrapar el jabón en el suelo de la bañera, que ante un roce se aleja para quedar fuera de alcance aunque nunca lo suficiente como para dejar de coquetear y provocarnos a seguir intentando. Yo tendría que decirte que siempre puse mi mayor empeño en esa búsqueda (después de todo soy tu papá y debo dar el mejor ejemplo), pero no es así, a veces le he puesto garra y en otras me senté a esperar que viniera solo. Cuando vos naciste, hoy hace ya cinco años, empezaste a hablar casi mágicamente unos segundos después y entonces me di cuenta que le estaba pifiando feo. La pucha, cómo me hiciste aprender.

Siempre tuviste más respuestas que preguntas, me mostraste un mundo en el que la fantasía rellena los huecos que ninguna sabiduría puede completar. Porque tu palabra es palabra santa y siempre es la verdad. Cómo negarse a esas definiciones contundentes que no precisan lógica alguna detrás de tu sonrisa, cómo intentar refutar cualquier teoría que se acompaña con el brillo pícaro de tu mirada sin quedar en el absurdo más vergonzoso o atreverme a interpretar las letras de un libro de un modo diferente a como vos lo hacés sin que eso signifique gritar que no sé leer.

Vos te sentás a explicarme lo que alguna vez yo debo haber sabido y se me olvidó, porque intenté encontrar respuestas en lugares de otros y jamás en el propio, porque para recorrer un camino que vaya desde un punto a otro solamente hace falta empezar a caminar y no preocuparse por cuantas curvas hay en el medio.

¿Sabés? Cuando mostrás esa debilidad insospechable y realmente parecés una nena viniendo hasta mí para decir que tenés miedo que entre un ladrón, yo quisiera explicarte que hay ladrones que no son tan malos, que hay personas que te quitan tus cosas más íntimas y no generan en vos más que un cariño creciente, yo quisiera contarte que a veces estoy triste o enojado y de un golpe vos sos capaz de sacármelo provocando una carcajada. Yo quisiera decirte muchas cosas, pero vos ya las sabés y entonces me siento cerca tuyo para aprender y desandar todo ese camino que anduve tan equivocado.

Por esos abrazos asfixiantes que en lugar de quitarme la respiración me dan aire, por esos besos carnosos que se quedan en mis mejillas un rato largo, por todas las veces en que he querido retarte y tuve que esconder la risa que no podía contener, por esa picardía que se canta y se baila, por la imaginación tan envidiable y porque te quiero hasta las lágrimas que casi siempre son de risa, FELIZ CUMPLE, PUPÉ.


...
Contame un cuento


Contame un cuento hija mía, no quiero uno de hadas ni de princesas como te gustan a vos y que tampoco tengan lobos que dan miedo, ni señoras malas, ni ogros... un cuento de cerquita.

Contame un cuento en el que un papá, viejito y cansado, con poco pelo todo blanco y un montón de nietos en las rodillas mire a sus hijas y no tenga nada que reprocharse a sí mismo. Decime que finalmente ellas van a saber soñar y amar y que el mundo tan espinoso no las supo pinchar, o mejor, que ellas estaban lo suficientemente preparadas para derrotarlo.

Decime, por favor, en ese cuento, que el viejito conserva la sonrisa y le sobran ganas de vivir porque está al lado de ustedes, contame que los abrazos nunca se hicieron débiles y los besos siguen abundando.

Contame un cuento en el que vos mirás a ese viejito y de algún lado te sale un poco de orgullo por lo que resultó ser, porque nunca te dieron ganas de ocultar que ese fuera tu papá y hasta alguna vez quisiste gritarlo.

Contame, queridísima hija mía, que todavía tenés ganas de estar con él y salir a pasear juntos. Contame que es feliz, pero más contame que vos lo sos.

Y contámelo ahora, porque la ansiedad se puso a tomar mate con el futuro y, a veces, me da mucho miedo no ser tanto como vos merecés.


Yapa: Esto, es lo que escribí el año pasado (y la verdad es que me gusta más que lo de este año).

jueves, julio 07, 2005

Cenizas

Un tronco suele estar erguido, orgulloso de su copa que roza el cielo y es incapaz de mirar hacia abajo porque su propia naturaleza se lo impide. La calificación de soberbia o grandeza dependerá del observador y sus propias miserias.

Debe ser por eso que jamás da cuenta del fuego que se acerca, hasta que lo tiene a sus pies y ni aún en ese momento es capaz de percibir el peligro que éste representa; es probable que al principio ceda a los encantos de las caricias cálidas o sencillamente lo ignore por considerarlo un accidente más de su ambiente.

El fuego llega silencioso, viboreando entre los obstáculos y comienza a subir por el cuerpo de su presa, da lo mismo si ella se asfixia en el humo o se derrumba por el dolor; él, tan solo quiere saciar su apetito.

Cuando la savia comienza a secarse entre gritos de seseo, ni siquiera los estallidos de la madera, que aparenta pelear con todas sus fuerzas, alcanzan para detener el final cercano. Ese final, es un silencio de ceniza que se acumula en el suelo.

Sin embargo, de vez en cuando ocurre, que debajo de esa montaña gris, existen todavía restos de aquel tronco todavía encendidos que pueden quemar al incauto que lo haya dado por muerto.

lunes, julio 04, 2005

Paisaje de Lunes

Me acomodo despacio en el sillón de mi oficina y me dejo caer un poco, como escondiéndome de una semana que no me dará nada bueno en este ambiente, pero que no será diferente a las anteriores, ni tengo esperanza que lo sea a las que vienen. Apoyo mi espalda mientras me voy hundiendo mucho más de lo que se ve; me levanto en un impulso (no demasiado brusco) y voy hacia la máquina de café, es el segundo del día y no será el último; aún sabiendo que me hacen mal, no podría prescindir del café y del cigarrillo en estos momentos en que se han transformado, aquí dentro, en mi única compañía.

Se oye la radio del muchacho del conmutador, pasando música romántica, haciéndose cómplice con mi momento. Me quedé con ella un rato y he dejado de escribir, prendí otro pucho y me dediqué a mirar lo tanto blanco que tiene esta hoja, con esos ojos que brillan de perdidos, ni siquiera he releído lo escrito, tan solo mirar la nada.

No tengo mayores sensaciones que mi melancolía, que mi estar en un lugar al que dejé de pertenecer hace tiempo y que me hirió con esos engaños de mujer que tanto tienen de imbecilidades propias. No podría decir que estoy mal, simplemente busco refugio en mi interior para esperar que este espeso y pegajoso viento cálido (sin calidez) que me rodea, se cambie a lluvia.

Será que es lunes.