viernes, julio 28, 2006

Pensares

A veces pienso que ya me fui, que me desdibujé, que me borré con el codo o que la tinta que debía escribirme se quedó en las puntas de mis dedos sin llegar al papel. Que el guión de mi película se ha transformado en un punto y coma y que no hubo ni siquiera una carta que me saludara agitando las manos.

En ocasiones creo estar dando un largo rodeo para llegar hasta mí y sé que es porque no me voy a encontrar cuando golpee a mi puerta, entonces desato un bostezo que se ahoga en una nariz arrugada y levanto los hombros como si no terminara de comprender lo que nunca me llegué a preguntar.

Es como si hubiese llegado al descanso de una escalera desde donde el pasado y el futuro resultan tan empinados que cualquier movimiento parece inconveniente, entonces temo haberme construido sobre flores de panadero que se muestran tanto más cómodas para estar echado que para caminar sobre ellas.

Cuando el tiempo se detiene sin razón aparente, es atractivo escuchar nuestro propio eco; pero el silencio es tan ancho que no consigo hallar una palabra que resulte interesante de decir. Ni siquiera se me ocurre aplaudir.

Pero cuando todo eso me sucede, misteriosamente descubro un espejo que me devuelve como siempre, que me refleja tal y como era esperado, sentado conversando, conmigo y mis pensares.

jueves, julio 20, 2006

Amigos

Hubo un día que llegó como un insulto, el hartazgo había alcanzado su posición más angosta y una pared golpeteaba persistentemente mi cara abollada. Sin tomar demasiada conciencia de mi ahogo y agotado de que el oxígeno me impidiera respirar le puse una nariz de payaso a mi futuro ajado y decidí reírme o sonreír al menos que en ese momento sonaba a carcajadas. Si todas las puertas conducen hacia algún lado, todos los picaportes tienen detrás una puerta; quizás por eso y sin saber hacia adonde me dirigía tomé con todas mis fuerzas esa salida y deposité allí el resto que me quedaba. Las apuestas desesperadas no suelen tener éxito, pero ésta vez iba a descubrir un mundo que nunca hubiese podido formar parte de mi fantasía, era sencillamente inimaginable.

He sido una persona afortunada al cruzar ese umbral, aunque no desearía, ni por un instante, volver a estar en aquella situación que me deposito, casi a empujones en éste sitio. Y menos hoy, que sé que a aquel lejano presente, todavía le esperaba un futuro mucho peor.

Pero lo cierto es que ese día se encendió un pequeña lámpara, débil, lejana, que si bien no alumbraba demasiado, al menos servía para encontrarla en momentos y lugares en que nada parecía verse. Esto era reconfortante de a ratos y, poco a poco, esos momentos fueron haciéndose más y más llenos y necesarios.

Esto que he contado conformaba la madeja de sensaciones que se anudaban en mi estómago al momento de llegar al universo de las bitácoras. Es cierto que con la distancia las cosas se ven diferentes, que algunos colores se diluyen y otros se resaltan, pero a veces pienso que la historia jamás será cabal, que apenas si uno puede pegar retazos tal y como han quedado en la memoria y por tanto no habrá nada más cierto que ellos mismos.

No creo, ni entiendo, que por haber tenido la fortuna de saber acomodar, de vez en cuando, un conjunto de palabras con más o menos sentido, sea merecedor del cariño de tanta gente, no me explico, tampoco, cómo mucha gente también provocó que mi cariño se moviera a ritmos agitados y sin embargo todo eso está allí. Quizás las razones no se encuentren por ese camino, pero la magnitud de la generosidad con que se me ha tratado es tan grande que me obnubila como para comprender algo más.

No es menor, ni se me ha escapado, el hecho de que en cada ocasión que algo realmente importante ocurría en mi vida, los comentarios hayan crecido al ritmo de los acontecimientos. Que cuando estuve mal y la tristeza me tapaba como una frazada en verano o cuando celebraba mi cumpleaños todos se daban cita como si se pusiesen de acuerdo. Es como si hubiese un montón de seres invisibles esperando para darme un abrazo que deciden corporizarse en el momento exacto.

Pensé hablar del día del amigo de muchas formas diferentes; mencionarles, una vez más, a aquellos cuatro del principio del tiempo, nombrar a cada una de las personas que provocaron un eco en mí o contar de los encuentros y sus sensaciones. Pero preferí recordar aquel inicio porque siempre es bueno poner blanco sobre negro para que lo que vale la pena resalte como es debido.

Que tengan un muy Feliz Día, Amigos Míos.

martes, julio 18, 2006

Otra amiga, el mismo dolor

No me gusta. Estuve hablando de ella hace tan poco tiempo que todavía me dura en los oídos ese dolor con eco que suele provocar cuando aparece; hace poco tiempo..., y es que siempre suena a demasiado poco ese tiempo con ruido a vasos rotos que ocurre entre uno y otro de sus golpes.

La muerte, esa visita indeseable, vuelve a amanecer y todos aquellos que la vemos salir, de lejos o de cerca, quedamos a la sombra de una tristeza.

Igual que Duda unos meses atrás, mi amiga Lununa tienen dolor de Padre, tristeza de ausencia y un exilio que atravesar al revés hasta poder abrazar a su familia. Y toda esa pena se me hace pegajosa y me acompaña a mí también.

En un rato estarás subiendo al avión con un equipaje tan pesado que apenas si podrás tenerte en pié, pesan esas valijas y no pueden despacharse, se llevan en un bolsillo y duelen adentro. Más que acomodarte, te tirás en un asiento deseando que el tiempo pase lo más rápido posible aunque en realidad quisieras que el avión tenga la magia de depositarte varios días atrás en ese país que se te hace tan lejano a veces y tan cercano otras. No querés estar al lado de la ventanilla, ¿para qué mirar ese océano cuya inmensidad te ha provocado tantos ahogos en los últimos años?. Te tapas los oídos y no sabes si preferís un silencio que te envuelva y te quite el alma un rato o un barullo que te distraiga, y andarás, entre uno y otro, sin prestarles importancia, acariciando recuerdos, casi tantos como penas.

Ésta ciudad te recibirá con un invierno que todavía no quiere florecer y, sin embargo, sé que a vos te resultará el más frío, mucho más que los puede dar tu hogar en Barcelona aunque allí nieve seguido y aquí apenas un copo sería noticia en los diarios.

Una vez llegada, cargarás en el lomo a cuantos veas flaquear y llorarás todo lo que haga falta, pero sé que saldrás adelante porque esa siempre ha sido tu especialidad, ¿no?.

Yo por lo pronto, encontraré el momento para darte un abrazo y decirte algo un poco menos triste que esto, o no diré nada y esperaré a que el abrazo sea por sí solo, buena compañía.


Mi amiga Lununa.

viernes, julio 14, 2006

Mi niña y las fantasías

La capacidad de generar fantasía, de someterla y moldearla a gusto y, además, de poder disfrutarla en cada uno de esos universos que nos permite visitar, no es para cualquiera.

La fantasía, para el común de las personas es tan esquiva e indócil que se vuelve inasible como el viento entre los dedos. Precisamente, si de vientos se trata, la fantasía es un huracán que del mismo modo puede elevar como precipitar vertiginosamente hacia el suelo y sin embargo, a aquellos pocos que la saben caminar ni siquiera los despeina. Usualmente estos últimos son niños, como vos, y no sé bien por qué será, quizás se deba a que los años se acumulan en lugares que no deben y ensanchan de tal forma las caderas de la realidad y el sentido común que uno pierde la gracia de balancearse al compás y es arrastrado por ella en lugar de andarla.

Pero no sé por qué te explico todo esto, no creo que lo entiendas, y no porque las palabras se te hagan difíciles sino porque son cosas que corresponden a mundos tan pequeños y grises que ni siquiera podés imaginarlos, y está bien así.

Yo soy un espectador privilegiado de tus dones de hada y es por eso que no dejo de mirarte con sorpresa y emoción, de disfrutar la soltura con que cabalgás esas fantasías tan tuyas y de envidiarte destejiendo sonrisas.

De tu mano aprendí, o lo estoy haciendo (es que mis huesos oxidados me han vuelto lento), que la vida no es un crucigrama en el que hay que encontrar un montón de definiciones que se atraviesan entre sí, ni un rompecabezas prediseñado que debemos armar, ni siquiera un secreto escondido que tenemos que descubrir. Nada de eso. La vida, como me la estás mostrando, es un conjunto de colores a los que hay que darles sentido, un juego de formas inexactas a las que cada uno amasará a su modo y que son apenas herramientas para construir lo que se nos ocurra, porque de ese modo estará bien.

La vida, vista con tus ojos, no puede, jamás, ser interpretada, debe ser vivida, jugada, sentida, propuesta, creada... y no importa si está prolija o desprolija mientras logremos hacerla nuestra. Interpretar la vida es como interpretar un lápiz en lugar de dibujar. Y no por nada lo que más te gusta es dibujar

Me da gracia que justo vos temas de tanto en tanto a tus fantasías, que te despiertes envuelta por una indeseable pesadilla y corras hacia la cama de Mamá y Papá como tu mejor refugio, pero habrás de saber adorada hija mía que en ese, como en tantos otros momentos, el protegido seré siempre yo, bendito de tenerte siempre tan cerca de mío.


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Cotidianeidades


Todas las mañanas, cuando te dejo en el jardín, repetimos la misma figura; un beso mío, uno tuyo y un abrazo largo y lleno. No sé, no puedo imaginar (será por aquellos de las fantasías y los viejos) qué significa eso para tu ser pequeñito, pero para mí no ha podido transformarse jamás en una costumbre, siempre es especial, tanto que mientras te miro recorrer el pasillo que lleva hasta tu sala sigo disfrutando de ese calorcito con el que me has dejado abrigado.

De más está decirte que deseo que seas feliz en tu Cumpleaños porque haré lo imposible para que lo seas durante toda la vida. Te quiero Pupé.

lunes, julio 10, 2006

Tango

Hoy estoy tango, de mesa de café y de cenicero lleno, con un poco de melancolía sin tristezas; empapado de miradas perdidas vaya a saber dónde y sueños que no se terminan de formar.

Hoy estoy de día nublado sin tormenta, de humedad, de caricias felinas, de caminar sin apuro mirando el suelo; estoy de cordón de la vereda y de calle empedrada.

Hoy estoy tango, de medio vaso de vino tinto; con ganas de sentarme en un banco de piedra para mirar a la gente pasar sin que me importe nada más que el ritmo que imponen sus pasos; de colarme en Bonafide a sentir el aroma a café mezclado con chocolate, de comprar violetas en un semáforo o juntar las margaritas que crecen al costado de la vía. Estoy perfumado de pañuelo al cuello, de mirada con cejas levantadas y barbilla baja. Estoy con ganas de recordar secretos caducos y silbar de a ratos.

Estoy tango, así, sin más, con deseos de gritar en voz baja, de abrazar sin motivo y de estar sólo, cómplice de mi mismo, para disfrutar del “estar tango”.

Hoy estoy tango y no estoy mal, pero no te lo puedo explicar, solamente si alguna vez, sin que te dieras cuenta, te agarró un día gris tan lleno de nubes que se peleaban entre ellas y tuviste la sensación de que eran humo; si te dieron ganas de apoyar la cabeza en un vidrio empañado y no se te ocurría pensar en nada, ni tampoco podías dejar de pensar; si el ayer se te vino encima sin porrazos ni caricias, si te pintó la soledad sin tristeza, la melancolía como un abrazo del tiempo y aspirabas fuerte el olor a una tierra húmeda que no podés encontrar, entonces me vas a entender, porque vos también, alguna vez, estuviste tango, como yo.

martes, julio 04, 2006

Crónica de una frustración

Ya podía sentir un cosquilleo constante desde la noche anterior, buscaba alguna excusa para distraerme pero nada me conformaba y me fui a dormir más temprano de lo acostumbrado para ver si de ese modo engañaba al tiempo. Surtió efecto por ser un jueves ya que la semana a esa altura se ha ocupado de acumular tanto sueño que para dormir sólo es necesario intentarlo, aunque cierto es que esa noche se demoró una vuelta más.

La mañana del viernes terminó por despertar a toda la ansiedad de la que podía disponer, y no era poca; el horario resultaba un tanto incómodo porque tenía tres horas entre la llegada a la oficina, entre bocinazos sin razón y sacudidas al volante, y la hora de comienzo del partido. En ese tiempo caminé más de lo que nunca lo he hecho, subí y bajé la escalera que une los dos pisos de la empresa varias veces y fumé excesivamente en los escondrijos de servicio donde no se puede pero se permite. En vano intenté trabajar, no había ningún espacio para que la más mínima concentración me perteneciera. Nalbandián perdió en la tercera ronda de Wimbledon como si fuese un anuncio de un mal día y, aunque en otro momento me hubiera molestado por ello, no me importó en lo más mínimo. Abría y cerraba páginas de Internet para saber la formación del equipo y miraba las publicidades más emotivas para alimentar, innecesariamente, un día cargado.

En invierno yo tengo frío por obligación, varias veces las mañanas me descubren restregando mis manos congeladas para darles calor, lo mismo sucede con el sueño, mi cuerpo y mi conciente corren a diferentes velocidades y aún cuando el despertador me hace mover desde horas despreciables, yo mantengo los ojos pequeñitos y me muevo en piloto automático casi hasta que el mediodía dé la verdadera hora de largada. Ese viernes nada de ello ocurrió, ni frío, ni sueño, ni nada que fuera diferente a la nerviosa espera.

Durante el partido apenas si duré sentado, me levantaba, caminaba alrededor del televisor y puteaba al árbitro (cuya nacionalidad alemana jamás estuvo encubierta) como una constante. Golpeaba puertas y ventanas y lamenté, en el final de la primera mitad, no haber podido plasmar en el resultado una superioridad futbolística notoria, aunque no excesiva.

En el entretiempo preparé dos termos de mate y apenas empezada la segunda parte grité casi hasta la afonía el esperado gol de Ayala. A partir de allí todo fue sufrimiento, la cancha se volvió un tobogán en contra que el árbitro Lubos (hijo de mil putas) parecía levantar para que la pendiente fuera insostenible… y lo fue.

Los últimos momentos trajeron alguna esperanza, volvieron a mostrar a mi equipo mejor, pero no alcanzó. Después fue sufrir los penales como las balas de una ametralladora que pegaban siempre en el pecho ignorando el afán de resistir, solo quedó espacio para la tristeza.

El final mostró las dos caras que en ese momento yo mismo tenía. El llanto de unos y la bronca peleadora de otros. Ambas cosas hubiese querido hacer si tenía la oportunidad. Hay ocasiones en que ser buenos perdedores es la más cínica de las mentiras y no hay necesidad de forzarla.

Me encerré en la oficina intentando que esa burbuja imaginaria tuviese algún componente amnésico y recién salí cuando la resignación incompleta llamó a mi puerta.

El tiempo, por viejo y sabio, se llevará toda la mugre acumulada en el fondo y me habrá dejado uno de esos días que por haber sido vividos tan pasionalmente formará parte del alhajero de las anécdotas a contar, como ahora.