jueves, julio 14, 2005

Pupé (doble post)

Siempre he perseguido el saber, esa palabra que se dice cortita y se hace tan larga como el infinito que uno no termina de entender (y que suena como muy gordo). Es como atrapar el jabón en el suelo de la bañera, que ante un roce se aleja para quedar fuera de alcance aunque nunca lo suficiente como para dejar de coquetear y provocarnos a seguir intentando. Yo tendría que decirte que siempre puse mi mayor empeño en esa búsqueda (después de todo soy tu papá y debo dar el mejor ejemplo), pero no es así, a veces le he puesto garra y en otras me senté a esperar que viniera solo. Cuando vos naciste, hoy hace ya cinco años, empezaste a hablar casi mágicamente unos segundos después y entonces me di cuenta que le estaba pifiando feo. La pucha, cómo me hiciste aprender.

Siempre tuviste más respuestas que preguntas, me mostraste un mundo en el que la fantasía rellena los huecos que ninguna sabiduría puede completar. Porque tu palabra es palabra santa y siempre es la verdad. Cómo negarse a esas definiciones contundentes que no precisan lógica alguna detrás de tu sonrisa, cómo intentar refutar cualquier teoría que se acompaña con el brillo pícaro de tu mirada sin quedar en el absurdo más vergonzoso o atreverme a interpretar las letras de un libro de un modo diferente a como vos lo hacés sin que eso signifique gritar que no sé leer.

Vos te sentás a explicarme lo que alguna vez yo debo haber sabido y se me olvidó, porque intenté encontrar respuestas en lugares de otros y jamás en el propio, porque para recorrer un camino que vaya desde un punto a otro solamente hace falta empezar a caminar y no preocuparse por cuantas curvas hay en el medio.

¿Sabés? Cuando mostrás esa debilidad insospechable y realmente parecés una nena viniendo hasta mí para decir que tenés miedo que entre un ladrón, yo quisiera explicarte que hay ladrones que no son tan malos, que hay personas que te quitan tus cosas más íntimas y no generan en vos más que un cariño creciente, yo quisiera contarte que a veces estoy triste o enojado y de un golpe vos sos capaz de sacármelo provocando una carcajada. Yo quisiera decirte muchas cosas, pero vos ya las sabés y entonces me siento cerca tuyo para aprender y desandar todo ese camino que anduve tan equivocado.

Por esos abrazos asfixiantes que en lugar de quitarme la respiración me dan aire, por esos besos carnosos que se quedan en mis mejillas un rato largo, por todas las veces en que he querido retarte y tuve que esconder la risa que no podía contener, por esa picardía que se canta y se baila, por la imaginación tan envidiable y porque te quiero hasta las lágrimas que casi siempre son de risa, FELIZ CUMPLE, PUPÉ.


...
Contame un cuento


Contame un cuento hija mía, no quiero uno de hadas ni de princesas como te gustan a vos y que tampoco tengan lobos que dan miedo, ni señoras malas, ni ogros... un cuento de cerquita.

Contame un cuento en el que un papá, viejito y cansado, con poco pelo todo blanco y un montón de nietos en las rodillas mire a sus hijas y no tenga nada que reprocharse a sí mismo. Decime que finalmente ellas van a saber soñar y amar y que el mundo tan espinoso no las supo pinchar, o mejor, que ellas estaban lo suficientemente preparadas para derrotarlo.

Decime, por favor, en ese cuento, que el viejito conserva la sonrisa y le sobran ganas de vivir porque está al lado de ustedes, contame que los abrazos nunca se hicieron débiles y los besos siguen abundando.

Contame un cuento en el que vos mirás a ese viejito y de algún lado te sale un poco de orgullo por lo que resultó ser, porque nunca te dieron ganas de ocultar que ese fuera tu papá y hasta alguna vez quisiste gritarlo.

Contame, queridísima hija mía, que todavía tenés ganas de estar con él y salir a pasear juntos. Contame que es feliz, pero más contame que vos lo sos.

Y contámelo ahora, porque la ansiedad se puso a tomar mate con el futuro y, a veces, me da mucho miedo no ser tanto como vos merecés.


Yapa: Esto, es lo que escribí el año pasado (y la verdad es que me gusta más que lo de este año).