lunes, julio 10, 2006

Tango

Hoy estoy tango, de mesa de café y de cenicero lleno, con un poco de melancolía sin tristezas; empapado de miradas perdidas vaya a saber dónde y sueños que no se terminan de formar.

Hoy estoy de día nublado sin tormenta, de humedad, de caricias felinas, de caminar sin apuro mirando el suelo; estoy de cordón de la vereda y de calle empedrada.

Hoy estoy tango, de medio vaso de vino tinto; con ganas de sentarme en un banco de piedra para mirar a la gente pasar sin que me importe nada más que el ritmo que imponen sus pasos; de colarme en Bonafide a sentir el aroma a café mezclado con chocolate, de comprar violetas en un semáforo o juntar las margaritas que crecen al costado de la vía. Estoy perfumado de pañuelo al cuello, de mirada con cejas levantadas y barbilla baja. Estoy con ganas de recordar secretos caducos y silbar de a ratos.

Estoy tango, así, sin más, con deseos de gritar en voz baja, de abrazar sin motivo y de estar sólo, cómplice de mi mismo, para disfrutar del “estar tango”.

Hoy estoy tango y no estoy mal, pero no te lo puedo explicar, solamente si alguna vez, sin que te dieras cuenta, te agarró un día gris tan lleno de nubes que se peleaban entre ellas y tuviste la sensación de que eran humo; si te dieron ganas de apoyar la cabeza en un vidrio empañado y no se te ocurría pensar en nada, ni tampoco podías dejar de pensar; si el ayer se te vino encima sin porrazos ni caricias, si te pintó la soledad sin tristeza, la melancolía como un abrazo del tiempo y aspirabas fuerte el olor a una tierra húmeda que no podés encontrar, entonces me vas a entender, porque vos también, alguna vez, estuviste tango, como yo.