viernes, octubre 21, 2005

La enredadera y el muro

Uno, como tantos, acostumbra utilizar frases heroicas que suponen una actitud un poco valiente y un poco inconsciente ante circunstancias extremas que nunca llegarán. De algún modo es como las campañas electorales, el que promete las acciones más osadas es quien menos chance tiene de ganar, o ninguna.

En éste contexto, uno jura y perjura que daría la vida por tal o cual persona y, puestos a decir, se llena la boca con cantidad de nombres que merecerían que vayamos al jonca por salvar su pellejo. No obstante que dicho desde lo más profundo de un cariño debiera creerse cierto, uno tampoco sabe cuán paralizadas pueden quedar las patas si ese momento se presenta y hay que hacerle la última venia a nuestra historia por aquí. Pero nada de eso suele pasar, como mucho y si es que no hemos tenido hepatitis, podremos dar algunos centímetros cúbicos de sangre.

Y no hace falta, la vida se encarga de ofrecernos múltiples posibilidades más cotidianas que aquel saludo final para demostrar cuánto queremos.

Mientras mi ánimo iba bajando lentamente por un largo tobogán en el que las ilusiones se rompían como baratija china de todo por dos pesos, nunca me sentí sólo, a mi lado, con su entereza infranqueable, estaba la mujer que he elegido como compañera para siempre (o con ese deseo al menos) y cuando mi resistencia y mi esperanza se deshacían tan fácil como una hoja seca en otoño, ella me dijo “bajate” aún cuando eso significara resignar (temporalmente, espero) comodidades y bienestares.

Más allá del apoyo, de la incondicionalidad, ella está convencida de que me sobra paño para subirme a un nuevo tobogán y remontarlo como un barrilete, mucho más alto de los que soñé hacerlo con el viejo. Y yo debo mis mejores esfuerzos a esa fe porque lo merece (la fe y quien la profesa).

Una enredadera puede ser vistosa o no; puede sugerir diminutos bosques encantados o ser rala y aburrida; puede llenar de colores o ser oscura; pero si no fuera por el muro que tiene detrás lo único que sería es un montón de pasto tirado en el suelo. Y a pesar de esa importancia indiscutible, él, el muro, difícilmente se luzca.

Para la tan remanida frase que dice “detrás de un gran hombre, hay una gran mujer” tengo cumplido el 50 %, sólo falta alcanzar al gran hombre.

1 Comments:

Blogger Técnica J said...

Si ya te bajaste, sólo podés subir. :-D

1:19 a. m.  

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