miércoles, octubre 26, 2005

Huellas de ángel

Mi hija mayor, que tiene seis años, está terminando su primer grado. De vez en cuando la maestra propone un ejercicio que consiste en crear un cuento a partir de cuatro imágenes. Una visión adulta observa en el primer cuadrito a un nene saltando infructuosamente junto a un árbol mientras otro se acerca. El segundo cuadro muestra cómo el que llegaba le está diciendo un secreto al saltarín. En el tercero, uno alza al otro que arranca manzanas del árbol; en el último los dos chicos están sentados al pié del árbol comiéndolas. Éste fue su relato:

Un día, un nene cuyo nombre era Javier, salió de su casa y quería agarrar manzanas y era petiso, muy petiso para llegar. Cuando llegó su primo Sebastián preocupado porque él, o sea Javier, se había golpeado. Y le dijo:

– ¿qué te pasa Javier?
– y él contestó – me pasa que quiero agarrar una manzana y no puedo
– Bueno, yo tengo una idea

Su idea era que lo alzara para llegar; él dijo:

– tu puedes agarrar mil ciento diez manzanas
– No, pero si me alzas, te las daré de arriba.
– Trato hecho
– Trato hecho

Lo alzó y las agarró. A Javier se le veía el pupo, pero no pasaba nada.

Comieron manzanas y se fue cada uno a su casa.

Mi memoria no llega tan lejos, pero yo creo que a los seis años no hubiera podido ni siquiera imaginar hacer un cuento... disculpen, el orgullo de papá me tiene tan ancho como el aire.

2 Comments:

Blogger Técnica J said...

Jo, aguante ese orgullo. ;-)

1:12 a. m.  
Blogger Faivel said...

Ese anteojudo no es el que yo conocí!!!! Ya vas a sentir orgullos similares!! (pronto me pongo en contacto)

Abrazo.

Salú.

11:35 p. m.  

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