La Plaza
Frente al colegio de las nenas hay una plaza. ¡Qué buena idea!, cualquiera de las dos que haya sido, construir la escuela enfrente de la plaza o hacer una plaza para atrapar la salida de los chicos. Mientras pensaba esto, apuré el paso porque estábamos llegando tarde; después, cuando ya había dejado a cada una con su seño, volví, caminando más lentamente, y tuve tiempo de mirarla, parecía acunar una melancólica tristeza con sus hamacas tan quietas, vacías, sin gritos alrededor de ellas, ni la mirada expectante de un nene esperando su turno.
Supongo que el tiempo hace que la ansiedad se transforme en una resignada espera y todos los juegos se acostumbran a transitar su soledad matinal diaria hasta que el timbre de salida, como si fuera un despertador, los saque de su modorra. Entonces sí, se llenan de Migajas, tan pequeñas como valiosas, que les permitirán soportar una nueva quietud al día siguiente.
Supongo que el tiempo hace que la ansiedad se transforme en una resignada espera y todos los juegos se acostumbran a transitar su soledad matinal diaria hasta que el timbre de salida, como si fuera un despertador, los saque de su modorra. Entonces sí, se llenan de Migajas, tan pequeñas como valiosas, que les permitirán soportar una nueva quietud al día siguiente.
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