Música (lo que sí)
Cuando yo era chico no había una música para esa etapa que se encuentra entre la infancia menor y la adolescencia (poco después, aparecieron los Parchis), de modo que se pasaba de María Elena Walsh, Promúsica de Rosario, Pipo Pescador y Gaby, Fofó y Miliki, a lo que escuchaban los más grandes.
Así fue; creo que tenía nueve años cuando los cuatro suecos de Abba me hacían cantar "chiquitita" en su versión en español y un año más cuando empecé a escuchar a los multidisfrazados de Village People. Después Kiss con sus pinturas y lenguas largas, hasta que a los doce Queen sacó The Game y le tocó el turno.
Nada era por elección (las elecciones en la música se hacen de mucho más grandes), una visita al país o una gran campaña de difusión ponían al grupo de moda entre los favoritos y, ese rato de niñez en que uno se cree adulto, aceptaba, pensando que era parte de las decisiones que se empezaban a tomar.
Las truchadas estaban a la orden del día y siempre había un TDK virgen en donde copiar el disco que otro tenía. Mi abuelo me había regalado un pasacassettes que solamente adelantaba y con eso podía escuchar mi música, ya que el Pioneer de la familia estaba prohibido (aunque no para los ladrones que, muchos años más tarde, se lo llevaron). Será por eso que tener la compu llena de Mp3 no me llama la atención, recibí la suficiente instrucción pirata de chico.
La década del 80, en pleno auge del rock nacional, me encontró escuchando cómo Alejandro Lerner peleaba con Raúl Porchetto para ver si el número uno se lo llevaba Todo a Pulmón o Reina Madre, Piero volvía y refritaba su vieja música a la que le agregaba "los inundados", en concordancia con el crecimiento de las aguas a la vera del Paraná, y Pedro y Pablo encontraban nuevos motivos para marchar al ritmo de su bronca que nueva gente del futuro quería escuchar. Víctor Heredia le decía a su hija Daniela, lo dulce que era; Serú (probablemente, el más grande grupo que hubo en este país) se despedía pidiéndole a la Argentina que no llore por unas heridas que no paraban de sangrar y haciéndola bailar con Popotitos y Los Abuelos de la nada con un adolescente Calamaro empezaron a hacerse escuchar por más de mil horas.
Algunas radios pasaban un grupo que todavía no había sacado su primer disco y que lideraba un tal Patricio Rey acompañado por un grupo cuyo nombre hacía sospechar que era una joda "los Redonditos de Ricota" y vino Luca para decirle a las chicas que iban a bailar a New York City que eran unas rubias taradas. Por esa época, también, cualquier adolescente gritaba fuerte "andá a la puta que te parió" toda vez que Virus decía que había que salir del agujero interior, en las paredes de mi barrio aparecían paredes pintadas con el nombre de los Ratones Paranoicos y Miguel Mateos juntaba todo, lo que Zas había hecho, en un último disco antes de irse para Yankilandia a exacerbar su homosexualidad.
Ya sin su bicicleta de a dos, César Pueyrredón empezó a pedir ayuda a los amigos viniendo desde un país en el que reinaba un hada y Soda Stereo se codeaba con el Jet Set. Desde Rosario llegó Baglietto para mostrar lo que muchos escribían, entre ellos un chiquilín nacido en el '63 llamado Fito Páez y una niña de ojos profundos (parecida a Shered) que lo acompañaba con su voz antes de empezar a perseguir bandadas azabaches entre los pinares.
Afuera también pasaban cosas, porque Queen se seguía haciendo escuchar a través de la Radio KK y Sting, después de separarse de The Police hacia una película musical empezando la noche y contando que los Rusos también amaban a los chicos. Por esos momentos descubrí (insisto con el tema de la decisión) a los Beach Boys y surfeaba, imaginariamente, como todo el mundo a través de USA. Dire Straits mostraba esa "alquimia" especial que tiene Mark Knopfler con la guitarra y un nuevo grupo comenzaba a hacerse conocido usando tan solo una letra y un número, U2. En español, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, para cantar con todos, llegaban a la Argentina, la misma que el Nano, nunca dejaba de visitar.
Yo iba a hacer el post diferente, contar otras cosas, llegar más acá, pero sentí que aquella época guarda tanto en tan pocos años que me parece lo suficientemente llena como para que hoy no falten Migajas, ni música, ni sonrisas.
Será como dice Corsi, estoy viejo.
Así fue; creo que tenía nueve años cuando los cuatro suecos de Abba me hacían cantar "chiquitita" en su versión en español y un año más cuando empecé a escuchar a los multidisfrazados de Village People. Después Kiss con sus pinturas y lenguas largas, hasta que a los doce Queen sacó The Game y le tocó el turno.
Nada era por elección (las elecciones en la música se hacen de mucho más grandes), una visita al país o una gran campaña de difusión ponían al grupo de moda entre los favoritos y, ese rato de niñez en que uno se cree adulto, aceptaba, pensando que era parte de las decisiones que se empezaban a tomar.
Las truchadas estaban a la orden del día y siempre había un TDK virgen en donde copiar el disco que otro tenía. Mi abuelo me había regalado un pasacassettes que solamente adelantaba y con eso podía escuchar mi música, ya que el Pioneer de la familia estaba prohibido (aunque no para los ladrones que, muchos años más tarde, se lo llevaron). Será por eso que tener la compu llena de Mp3 no me llama la atención, recibí la suficiente instrucción pirata de chico.
La década del 80, en pleno auge del rock nacional, me encontró escuchando cómo Alejandro Lerner peleaba con Raúl Porchetto para ver si el número uno se lo llevaba Todo a Pulmón o Reina Madre, Piero volvía y refritaba su vieja música a la que le agregaba "los inundados", en concordancia con el crecimiento de las aguas a la vera del Paraná, y Pedro y Pablo encontraban nuevos motivos para marchar al ritmo de su bronca que nueva gente del futuro quería escuchar. Víctor Heredia le decía a su hija Daniela, lo dulce que era; Serú (probablemente, el más grande grupo que hubo en este país) se despedía pidiéndole a la Argentina que no llore por unas heridas que no paraban de sangrar y haciéndola bailar con Popotitos y Los Abuelos de la nada con un adolescente Calamaro empezaron a hacerse escuchar por más de mil horas.
Algunas radios pasaban un grupo que todavía no había sacado su primer disco y que lideraba un tal Patricio Rey acompañado por un grupo cuyo nombre hacía sospechar que era una joda "los Redonditos de Ricota" y vino Luca para decirle a las chicas que iban a bailar a New York City que eran unas rubias taradas. Por esa época, también, cualquier adolescente gritaba fuerte "andá a la puta que te parió" toda vez que Virus decía que había que salir del agujero interior, en las paredes de mi barrio aparecían paredes pintadas con el nombre de los Ratones Paranoicos y Miguel Mateos juntaba todo, lo que Zas había hecho, en un último disco antes de irse para Yankilandia a exacerbar su homosexualidad.
Ya sin su bicicleta de a dos, César Pueyrredón empezó a pedir ayuda a los amigos viniendo desde un país en el que reinaba un hada y Soda Stereo se codeaba con el Jet Set. Desde Rosario llegó Baglietto para mostrar lo que muchos escribían, entre ellos un chiquilín nacido en el '63 llamado Fito Páez y una niña de ojos profundos (parecida a Shered) que lo acompañaba con su voz antes de empezar a perseguir bandadas azabaches entre los pinares.
Afuera también pasaban cosas, porque Queen se seguía haciendo escuchar a través de la Radio KK y Sting, después de separarse de The Police hacia una película musical empezando la noche y contando que los Rusos también amaban a los chicos. Por esos momentos descubrí (insisto con el tema de la decisión) a los Beach Boys y surfeaba, imaginariamente, como todo el mundo a través de USA. Dire Straits mostraba esa "alquimia" especial que tiene Mark Knopfler con la guitarra y un nuevo grupo comenzaba a hacerse conocido usando tan solo una letra y un número, U2. En español, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, para cantar con todos, llegaban a la Argentina, la misma que el Nano, nunca dejaba de visitar.
Yo iba a hacer el post diferente, contar otras cosas, llegar más acá, pero sentí que aquella época guarda tanto en tan pocos años que me parece lo suficientemente llena como para que hoy no falten Migajas, ni música, ni sonrisas.
Será como dice Corsi, estoy viejo.
Este post es una mínima y primera respuesta a las invitaciones que, en su momento, me hicieron Joha, Shered y Fle para contestar un cuestionario sobre el tema.
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