Lununa
Tengo la sensación de que lo que pueda decir de ella será redundante o repetido; porque quererla es, desde hace un buen tiempo, una cuestión tan natural como inconsciente y constante.
Cuando, con la velocidad que puede tener el agitar una mano, dejamos de compartir las mismas estaciones y lo que para mí era un frío invierno para ella se transformó en un verano sobre el Mediterraneo, teníamos demasiado poco vivido juntos como para que yo sintiera su ausencia, y, sin embargo, la extrañé.
Yo creo que la mejor, la más noble de las expresiones del cariño, es la alegría que cuestiones no relacionadas con uno mismo provocan; y desde que me acuerdo así fue; cuando ella todavía vivía aquí y me contaba que había tenido un buen día de ventas en su laburo yo me ponía contento, en ese momento pensaba que era porque deseaba que pudiese alcanzar algún éxito en este país (con lo difícil que es) y eso la convenciera de quedarse. Pero cuando pasó el tiempo y me contó que, finalmente, le había salido la tan codiciada visa para irse a vivir a España, me volví a alegrar porque era lo que ella quería; y cuando meses después su Canoso lograba lo mismo, volví a sentir que sus triunfos, pequeños o grandes, me pertenecían no como logro personal sino como satisfacción de la buenaventura ajena, pero no de cualquiera, de ella.
A la distancia los cariños suelen exagerarse o perderse para siempre y nada de eso ocurre en este caso, porque la quiero igual que cuando se fue, la recuerdo permanentemente y me olvido de llamarla de idéntica forma que cuando estaba por acá. Tengo proyectos en común que quién sabe si vayan a ver la luz, pero, el hecho de que existan, me hace creer que estamos más cerca de lo que parece.
No sé si me faltan las palabras o me sobran, porque lo único que quiero, es desearle que tenga un cumpleaños feliz, y decirle, por si hiciera falta, que si un océano no se hubiera transformado en un obstáculo tan difícil de superar, yo estaría allí, con los abrazos que tienen dueña y sueñan con llegar de algún modo.
Cuando estés soplando las velitas allá, con tus pocos (que no son poco), tus muchos, acá a lo lejos, estaremos pensando en vos y, sin querer, empezaremos a tararear...que los cumplas Lununa...que los cumplas (muy) feliz.
Cuando, con la velocidad que puede tener el agitar una mano, dejamos de compartir las mismas estaciones y lo que para mí era un frío invierno para ella se transformó en un verano sobre el Mediterraneo, teníamos demasiado poco vivido juntos como para que yo sintiera su ausencia, y, sin embargo, la extrañé.
Yo creo que la mejor, la más noble de las expresiones del cariño, es la alegría que cuestiones no relacionadas con uno mismo provocan; y desde que me acuerdo así fue; cuando ella todavía vivía aquí y me contaba que había tenido un buen día de ventas en su laburo yo me ponía contento, en ese momento pensaba que era porque deseaba que pudiese alcanzar algún éxito en este país (con lo difícil que es) y eso la convenciera de quedarse. Pero cuando pasó el tiempo y me contó que, finalmente, le había salido la tan codiciada visa para irse a vivir a España, me volví a alegrar porque era lo que ella quería; y cuando meses después su Canoso lograba lo mismo, volví a sentir que sus triunfos, pequeños o grandes, me pertenecían no como logro personal sino como satisfacción de la buenaventura ajena, pero no de cualquiera, de ella.
A la distancia los cariños suelen exagerarse o perderse para siempre y nada de eso ocurre en este caso, porque la quiero igual que cuando se fue, la recuerdo permanentemente y me olvido de llamarla de idéntica forma que cuando estaba por acá. Tengo proyectos en común que quién sabe si vayan a ver la luz, pero, el hecho de que existan, me hace creer que estamos más cerca de lo que parece.
No sé si me faltan las palabras o me sobran, porque lo único que quiero, es desearle que tenga un cumpleaños feliz, y decirle, por si hiciera falta, que si un océano no se hubiera transformado en un obstáculo tan difícil de superar, yo estaría allí, con los abrazos que tienen dueña y sueñan con llegar de algún modo.
Cuando estés soplando las velitas allá, con tus pocos (que no son poco), tus muchos, acá a lo lejos, estaremos pensando en vos y, sin querer, empezaremos a tararear...que los cumplas Lununa...que los cumplas (muy) feliz.
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