Últimos pensamientos, de un condenado a muerte
El futuro se balancea como si fuera un badajo afilado a punto de caer sobre mi cabeza, y yo, ya no sé si es peor la muerte prevista o la espera de que finalmente suceda.
El tiempo no tiene sentido si para lo único que sirve es para contar los segundos que faltan hasta el final.
Me resulta graciosa en este momento la tan remanida pregunta “¿qué harías si supieras que te vas a morir?”, uno la ha escuchado y contestado infinidad de veces y hoy me doy cuenta de que no tenía ni idea de lo que decía. La respuesta es tan sencilla como la poca posibilidad que había de considerarla. “lamentar mi muerte próxima” eso es, nada más. Quizás soñar un milagro de último momento, pero ya ni para eso me quedan fuerzas, mi imaginación está tan cansada, ha recorrido tantos caminos diferentes buscando una esperanza luminosa, que ya da pena semejante derroche visto desde esta absoluta penumbra.
¿Quién quisiera que esté aquí en este momento?, no lo sé, pero seguro que lo que deseo es no estar yo, después...que venga el que quiera.
No imagino la figura del verdugo, ya no acostumbran vestir esas sotanas largas ni el cuerpo desnudo cubierto de cuero, ahora tienen caras diferentes, rostros antes afables que se han quitado la máscara cinco minutos antes de subirse al cadalso.
Allí dentro deciden mi suerte como si estuvieran jugando un juego de mesa y lo único que hacen es perder el tiempo, demorar una decisión que saben de memoria, que todos entraron conociendo pero que a algunos les avergüenza.
No tienen motivos, jamás se los di, y eso no les va a impedir firmar la condena, porque el rubor se disfraza con un poco de maquillaje y siempre, siempre, termina desapareciendo.
El tiempo no tiene sentido si para lo único que sirve es para contar los segundos que faltan hasta el final.
Me resulta graciosa en este momento la tan remanida pregunta “¿qué harías si supieras que te vas a morir?”, uno la ha escuchado y contestado infinidad de veces y hoy me doy cuenta de que no tenía ni idea de lo que decía. La respuesta es tan sencilla como la poca posibilidad que había de considerarla. “lamentar mi muerte próxima” eso es, nada más. Quizás soñar un milagro de último momento, pero ya ni para eso me quedan fuerzas, mi imaginación está tan cansada, ha recorrido tantos caminos diferentes buscando una esperanza luminosa, que ya da pena semejante derroche visto desde esta absoluta penumbra.
¿Quién quisiera que esté aquí en este momento?, no lo sé, pero seguro que lo que deseo es no estar yo, después...que venga el que quiera.
No imagino la figura del verdugo, ya no acostumbran vestir esas sotanas largas ni el cuerpo desnudo cubierto de cuero, ahora tienen caras diferentes, rostros antes afables que se han quitado la máscara cinco minutos antes de subirse al cadalso.
Allí dentro deciden mi suerte como si estuvieran jugando un juego de mesa y lo único que hacen es perder el tiempo, demorar una decisión que saben de memoria, que todos entraron conociendo pero que a algunos les avergüenza.
No tienen motivos, jamás se los di, y eso no les va a impedir firmar la condena, porque el rubor se disfraza con un poco de maquillaje y siempre, siempre, termina desapareciendo.
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