El Título
Un día se miran al espejo y ya no se ven tan feas, se pintan cuidadosamente, se visten con las mejores ropas, lustran sus zapatos y dejan brillar una sonrisa que habían mantenido oculta, al igual que ellas.
Entonces salen a caminar con todo el tiempo del mundo como para detenerse ante cada vidriera a contemplar su reflejo, para acomodarse un mechón de pelo que, en un acto de rebeldía se ubicó a su antojo.
Andan con los hombros levantados moviendo la cadera y se saben vistas, gustadas. No importa cuánto estuvieron escondidas, el tiempo empezó a contarse desde que sus zapatos lustrosos pisaron el afuera.
Siempre están allí, al alcance de nuestras letras o de las ganas de llegar a ellas, de la capacidad de ver más de lo que rebasa de un vaso y descubrir su interior.
Son historias o cuentos o pedazos de vida deformados que quieren decir y que se sienten alimento suficiente aunque hayan permanecido agachadas en el fondo de un tarro, escondidas como migajas.
Entonces salen a caminar con todo el tiempo del mundo como para detenerse ante cada vidriera a contemplar su reflejo, para acomodarse un mechón de pelo que, en un acto de rebeldía se ubicó a su antojo.
Andan con los hombros levantados moviendo la cadera y se saben vistas, gustadas. No importa cuánto estuvieron escondidas, el tiempo empezó a contarse desde que sus zapatos lustrosos pisaron el afuera.
Siempre están allí, al alcance de nuestras letras o de las ganas de llegar a ellas, de la capacidad de ver más de lo que rebasa de un vaso y descubrir su interior.
Son historias o cuentos o pedazos de vida deformados que quieren decir y que se sienten alimento suficiente aunque hayan permanecido agachadas en el fondo de un tarro, escondidas como migajas.
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