martes, abril 12, 2005

El Título

Un día se miran al espejo y ya no se ven tan feas, se pintan cuidadosamente, se visten con las mejores ropas, lustran sus zapatos y dejan brillar una sonrisa que habían mantenido oculta, al igual que ellas.

Entonces salen a caminar con todo el tiempo del mundo como para detenerse ante cada vidriera a contemplar su reflejo, para acomodarse un mechón de pelo que, en un acto de rebeldía se ubicó a su antojo.

Andan con los hombros levantados moviendo la cadera y se saben vistas, gustadas. No importa cuánto estuvieron escondidas, el tiempo empezó a contarse desde que sus zapatos lustrosos pisaron el afuera.

Siempre están allí, al alcance de nuestras letras o de las ganas de llegar a ellas, de la capacidad de ver más de lo que rebasa de un vaso y descubrir su interior.

Son historias o cuentos o pedazos de vida deformados que quieren decir y que se sienten alimento suficiente aunque hayan permanecido agachadas en el fondo de un tarro, escondidas como migajas.