domingo, marzo 20, 2005

Recuerdos de la Niñez.

Se hace difícil saber qué parte de los recuerdos de la niñez son ciertos y cuáles son las cosas que han sido agregadas por la fantasía (propia o ajena).

Usualmente, la primera infancia, esa que nos tiene con guardapolvitos cuadriculados bien planchados de mañana y hechos un bollo de tarde, nos deja apenas unas imágenes sueltas, disociadas entre sí y atemporales. Armar con ello una historia hace necesario que supongamos más de lo que la memoria nos dice (como el completar la cadena genética de Jurassic Park).

Como sea, ese juego se hace y esta, es la historia.

El ascensor del edificio de la calle Mercedes entraba en movimiento y el ruido de puertas me dijo que había parado en el primer piso, el nuestro. Esperaba ese anuncio tan ansioso que fue como una campana de largada, a la carrera abrí la puerta y atravesé la mitad del pasillo, no podía ser otro que mi nuevo hermano.

Allí estaban, terminando de cerrar la puerta del ascensor, pero había algo que mis cuatro años y medio no habían supuesto, por tercera vez consecutiva, era nena (no pregunten cómo lo supe, no lo sé). Y no debía ser así.
Mi cara de fastidio habrá sido evidente pero ese enojo duró poco. Yo, estaba preparado para recibir a quien iba a ser mi favorita, mi protegida sin disimulos (aunque eso no la haya salvado, en épocas de chicos, de ser “fajada” igual que sus hermanas).

No hay un cariño mayor que otro en este tipo de relaciones, pero sí hay debilidades y ella, con su nombre verdadero o con el de Tanya, lo es.

Es alguien con quien nunca dejé de jugar, y eso es mucho.

Feliz Cumple!