miércoles, junio 21, 2006

Melancolía futbolera

A veces siento que la vida se vuelve escurridiza y se empeña en eludirme, como si fuese el chiquilín Messi, dejándome de espaldas sin saber lo que ha pasado. En otras ocasiones me parece que esa misma vida se pasa tan veloz como Saviola, que no me doy cuenta cuándo ni cómo pero que todo ha ocurrido antes de que yo tome conciencia del lugar en que me encuentro.

Por momentos parezco un monigote sometido a las burlas de una pisada de Riquelme o de un caño de Tevez sin que pueda hacer nada para revertirlo; los intentos de esperar lo que viene se vuelven vanos porque siempre sucede lo que no tenía previsto, lo que no alcanzo a entender desde una absoluta ingenuidad mal concebida.

Me gana la fatiga y la desesperanza mientras las ilusiones son vulneradas repetida e incansablemente como si allí delante estuviese Crespo esperando para deshonrarme sin más mérito (ni menos) que el de ocupar el lugar correcto en el momento indicado (cosa que muy pocas veces he logrado en tantísimos años). Esa misma desesperación me ocurre toda vez que busco revancha, que intento ser incisivo y punzante buscando un éxito de cualquier color que nunca alcanzo a imaginar porque la realidad lo rechaza con la misma seguridad implacable del Ratón Ayala enviándolos tan lejos que ya no parece que puedan pensarse nuevamente.

Cierta vez creí estar cerca de llegar a alguna meta, los logros se paseaban a mi lado contoneándose seductores como una delicada mujer a la que casi podía acariciar, pero siempre hubo un manotazo que los borró de un golpe y todo se me vino en contra como si el Pato Abbondanzzieri acabara de sacar un contraataque preciso para vulnerarme una vez más. Entonces me envuelve la impotencia y empiezo a pensar que no sólo ya no estaré ahí, sino que ni siquiera podré mirar por el ojo de la cerradura para ver cómo es; en esos momentos cualquier suspiro encontrtado simula ser un tornado que quiere hacerme caer como si los malos vientos estuvieran capitaneados por la furia constante de Juampi Sorín.

Pero nunca he perdido la fe, todo vuelve a empezar cada vez y mantengo el tesón de un equipo chico que no deja de soñar en que un día hará ese gol magnífico que lo saque de zapatero.