Reencuentros efímeros
Estuvo abandonada en un encierro de telarañas y supongo que eso habrá sido lo que le provocó ese color de papel con humedad que tenía en la cara cuando la vi. Su sonrisa de regreso no era más que una mueca que me producía lástima y estaba vestida con despojos grises y arrugados que bien podían haber sido cirujeados en alguna bolsa de basura.
Me parece mentira que alguna vez haya estado enamorado de ésta figura de imagen diluida, que la haya visto elegante, seductora y tan hermosa como para abrazarla con pasión, pero así fue; hace poco más de una década ella era mi preferida, mi compañía habitual a la que sólo dejaba de vez en cuando para engañarla por un rato. Siempre lo supo pero no le importaba; estaba tan segura de sí misma y de mi regreso a dormir en su regazo, que me dejaba escapar sin perder la sonrisa.
Pero un día no fue así, no hubo falda ni deseo de ella y se quedó esperando hasta que sus caderas se volvieron obesas y la puerta de su cuarto no volvió a ser atravesada ni siquiera por mi aliento.
En aquella época (recordar, me atrapa tanto como me adormece) yo empecé a caminar sintiendo que mis pasos tenían otro peso, mis huellas dejaron de ser dos para ser cuatro primero, seis luego y, finalmente ocho. Sin desearlo, ni pensarlo siquiera, ella se transformó en menos que el pasado y ni su sombra llegaba a rozar mi espalda.
Cuando ayer se presentó ante mi puerta, con sus ojos de cielo nublado, la invité a pasar con desgano; abrí una botella de vino y le ofrecí una copa. Sentados, uno frente al otro no pudimos encontrar más conversación que el silencio, no hubo más cercanía que la casualidad ni más deseo que su partida pronta. Y aquí estamos juntos, tan solo por un rato más, quienes alguna vez fueron buena compañía.
Mi soledad y yo.
Me parece mentira que alguna vez haya estado enamorado de ésta figura de imagen diluida, que la haya visto elegante, seductora y tan hermosa como para abrazarla con pasión, pero así fue; hace poco más de una década ella era mi preferida, mi compañía habitual a la que sólo dejaba de vez en cuando para engañarla por un rato. Siempre lo supo pero no le importaba; estaba tan segura de sí misma y de mi regreso a dormir en su regazo, que me dejaba escapar sin perder la sonrisa.
Pero un día no fue así, no hubo falda ni deseo de ella y se quedó esperando hasta que sus caderas se volvieron obesas y la puerta de su cuarto no volvió a ser atravesada ni siquiera por mi aliento.
En aquella época (recordar, me atrapa tanto como me adormece) yo empecé a caminar sintiendo que mis pasos tenían otro peso, mis huellas dejaron de ser dos para ser cuatro primero, seis luego y, finalmente ocho. Sin desearlo, ni pensarlo siquiera, ella se transformó en menos que el pasado y ni su sombra llegaba a rozar mi espalda.
Cuando ayer se presentó ante mi puerta, con sus ojos de cielo nublado, la invité a pasar con desgano; abrí una botella de vino y le ofrecí una copa. Sentados, uno frente al otro no pudimos encontrar más conversación que el silencio, no hubo más cercanía que la casualidad ni más deseo que su partida pronta. Y aquí estamos juntos, tan solo por un rato más, quienes alguna vez fueron buena compañía.
Mi soledad y yo.
1 Comments:
quienes son mas guapas? espaniolas? argentinas? chilenas? mexicanas? colobianas? o vascas?
SL2
DG mirlao en mi blog a ver...
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