lunes, diciembre 19, 2005

Matemáticas

Cuando llegó al aula de clases, el primer día de su segundo grado, apenas si podía moverse; el guardapolvo recién estrenado estaba durito como si fuese de cartón con ese olor a plástico recién salido del rollo que valía la pena disfrutar y era tan blanco que daban ganas de volar por el aire para no mancharlo. Esa mañana, el papá lo había llamado antes de salir de casa y le puso de la gomina de grandes que él usaba, los rulos estirados hacia atrás brillaban y en su cabeza no cabía ni un suspiro.

Entró en el aula de su clase con el silencio de los nuevos y se acomodó en un rincón al lado de la pared; el pupitre tenía el olor fuerte del barnizado de verano que no había podido tapar muy bien el dibujo que algún otro chico había hecho el año anterior.

Mientras miraba todo con ojos grandes de sorpresa entro la maestra nueva con una sonrisa de mamá de esas que tientan a hamacarse en ellas y saludó fuerte pero sin gritar con un “hola chicos”.

Era más linda que la del año pasado y hasta parecía más buena cuando, con su voz suave, le preguntó a cada uno el nombre mientras caminaba entre los bancos; después empezó a contar lo que aprenderían ese año.

A él hubo algo que lo sorprendió, la seño dijo que les iba a enseñar matemáticas con colores y le parecía tan raro que no se imaginaba cómo podía ser, entonces miró al pizarrón y sonrió, con cachetes apretados, porque entendió de qué hablaba.
2 x 1 = 2
0 x 1 = 0
En todo el tiempo que duró la clase no dejó de tararear en voz muy baja la canción que su papi le había enseñado... "es para vos riverplei, te lo dedica Papá, Boca es el Campeón, la vuelta va a dar".