martes, noviembre 01, 2005

Naif

Abono y propongo la ingenuidad a diario, no como estupidez ni por inconsciencia, no como un escudo ni como una excusa, no busco ser mejor, ni más bueno, no quiero ser políticamente conveniente ni inimputable... Tan sólo creo que la ingenuidad es el último lazo que nos une a lo profundo de nuestra esencia, al rincón más natural, a la pureza.

La ingenuidad es el juego, es la sonrisa y el rubor, el sueño de la siesta, el valor de la palabra, los deberes de la escuela que no se hicieron y se reflejan en la mirada, el deseo de ver transparencias y el compromiso de empezar a creer en ellas, es el nerviosismo de cualquier primer encuentro y el baile del regreso, es caminar balanceándose como si estuviésemos escuchando música por más que tan sólo nos rodee un murmullo lejano, es hacer que los murmullo sean lejanos y a cambio acercarnos a las voces...

Pero no por eso creo hacerme amigo de la tontera, no podría aceptar que los sueños o la imaginación se desvanecen en un todo analítico; existen como tales sin explicación y se guardan en cajas de fantasía que nunca debieran romperse. Puedo razonar, pero a veces no tengo ganas, me puede el disfrute de un momento sin pensar en sus causas y sus consecuencias, me ganan las palabras, leerlas, escucharlas, sentirlas, sin indagar qué se esconde detrás de ellas.

Elijo a la gente porque supongo que tienen el don de sí mismas, apuesto al éxito conociendo el fracaso y prefiero proponer a disponer, a mí me parece que mañana será un buen día aunque a veces el hoy se me haga eterno. Yo sé, que creer tiene el precio del desencanto, pero prefiero soportar de tanto en tanto ese sabor amargo a cambio de las sonrisas a mejillas llenas y, en definitiva, el día que no encuentre dentro mío nada ligado a la ingenuidad, entenderé que me he vuelto irremediablemente viejo.

Sin mérito alguno fui dotado con una gran cuota de inteligencia y aunque a veces me pesa no haberla explotado tanto como ella merecía, entiendo que en alguna esquina de la vida elegí sentir y querer, y entendí que la inteligencia no está hecha para las relaciones humanas; sobran otras cualidades para honrarlas.