martes, mayo 16, 2006

Deshacer desechos

Tiempo atrás encontré un relato en el que se contaba una historia reversible; reversible igual que esas camperas grandes que uno puede dar vuelta para sentir que se ha puesto algo diferente y que nos permiten esa rareza de estrenar dos veces lo mismo, con el cuello estirado y la sonrisa que eso supone, además de la mirada siempre atenta para ver las reacciones de los demás ante nuestra novedad.

Tan potente me pareció el formato con que se contaba la historia, que me alejé del relato (mal hecho) y me puse a fantasear con una persona que quisiera deshacer la incomodidad de su vida, buscar segundas oportunidades en un pasado inexpugnable para poder cambiar un presente desagradable o al menos volver a empezar, aún a riesgo de cometer los mismos errores. Inmediatamente me puse a escribir algunos pensamientos sueltos de ese hombre y desde ese momento convivo con la idea de que ese personaje y esa historia, se verían muy cómodos en un cuento. El cuento forma parte de las tantas historias que se encuentran sentadas en las sillitas de mi imaginación esperando un turno que parece nunca llegar, pero éstas fueron aquellas frases.

No, no hay forma. He rememorado cada uno de los pasos dados en los últimos tiempos, con el sumo cuidado de poner pié con talón y talón con pié y aún así, no he podido retroceder un paso. A pesar de ello a veces siento que he estado retrocediendo toda la vida.

Mientras la brisa inexistente de un día calmo acariciaba mi rostro violentamente, he dejado caer recuerdos como si fueran las cuentas de un rosario; traté de ponerles un hilo y acomodarlos según el número en que iban saliendo, irremediablemente lo más nuevo sale primero, se ve que es el que quiere huir más rápido. Pero no hay nada que pare esta caída. Si me pongo de espaldas sólo lograré romper mi columna o mirar el cielo. El suicidio de una u otra forma llegará a destino cierto.

Estando sentado a la vera del río, manchado de barro hasta la nariz, me he quitado toda la ropa y me la puse al revés incluso mis tremendos zapatones de cuero con el dolor de pies que ello me ha causado, cuando me acerqué hasta un lugar, donde el agua no era marrón, para contemplar mi reflejo rejuvenecido, he encontrado tan sólo un hombre ridículo, por cierto, a él la ropa tampoco le quedaba bien.

Finalmente decidí hablar hacia atrás, ya no solo concatenando las palabras al revés, también las letras. Seis meses después hablaba de corrido, me pavoneaba entre la gente mostrando mis habilidades, pero todavía nadie había conseguido entenderme.

He buscado la fuente de la juventud desde que mis años mozos no la necesitaban, la he buscado hasta dentro de mis bolsillos agujereados y todo el tiempo me he ahogado en lo poco de agua que ha entrado en mi palma haciendo huequito.


La autora de "un final para empezar", el post al que hice referencia al principio, es Microcosmos, una mujer cuyos deliciosos escritos siempre guardan la sorpresa de ser diferentes en forma y contenido a lo que fueron los anteriores.