Hacés bien...
A veces pienso que, con más de dos años de experiencia en éste mundo de personas escondidas detrás de un montón de letras, todavía me quedan muchas materias por aprender. En otras ocasiones siento que no he entendido nada desde el primer día y tampoco sé por qué me preocupo tanto si ni siquiera he terminado de comprender ese mundo de rostros visibles que transito a diario.
Es cierto que el suicidio, aunque sea virtual, no deja de provocar el lamento permanente de la ausencia; que la desaparición, como un nombre y un conjunto de historias, provoca tristeza de final y mucha angustia de panza vacía por un mañana diferente y para nada deseado.
Temblando de miedo nos hacemos gigantes delante de nuestros hijos para cubrirlos de cualquier cosa que los pueda dañar, y mientras el corazón se hace pequeñito y las tripas se enroscan como nunca antes somos capaces de recibir cualquier golpe en lugar de ellos. Una madre se desarma de dolor en un parto pero no ceja en su esfuerzo por provocar el nacimiento, el sufrimiento a veces vale la pena por más que huyamos de él permanentemente.
Aún cuando muchas veces he sentido que así es, no me parece justo hacerles llevar a mis hijas el peso de mi propia realización, pero estoy absolutamente seguro de que sin ellas no podría pensar en realizarme porque ni siquiera sería.
Por eso te entiendo Gaya. Un capitán puede cambiar el rumbo si así lo considera necesario, escaparle a una tormenta que se eleva amenazante y hasta descansar en un puerto hasta que los vientos soplen con benevolencia. Pero el capitán nunca puede poner en riesgo el barco, porque dentro de él se encuentra la tripulación que es su bien más preciado.
Mis ausencias, o presencias de chaparrones, no me permiten ni siquiera imaginar qué es lo que ha pasado, pero, con la pena que me provocó tu despedida, creo que hacés bien en resguardar tu mayor tesoro. Que quien quiera que sea se adjudique sus pequeños triunfos, tu mayor triunfo será que ellas estén bien y ya te amañarás para que el resto de la gente que bien te quiere pueda seguir disfrutando de las estelas de tu navegar. O volverás mañana, si es que el horizonte vuelve a resultar prometedor.
Te mando un abrazo de amigo.
Es cierto que el suicidio, aunque sea virtual, no deja de provocar el lamento permanente de la ausencia; que la desaparición, como un nombre y un conjunto de historias, provoca tristeza de final y mucha angustia de panza vacía por un mañana diferente y para nada deseado.
Temblando de miedo nos hacemos gigantes delante de nuestros hijos para cubrirlos de cualquier cosa que los pueda dañar, y mientras el corazón se hace pequeñito y las tripas se enroscan como nunca antes somos capaces de recibir cualquier golpe en lugar de ellos. Una madre se desarma de dolor en un parto pero no ceja en su esfuerzo por provocar el nacimiento, el sufrimiento a veces vale la pena por más que huyamos de él permanentemente.
Aún cuando muchas veces he sentido que así es, no me parece justo hacerles llevar a mis hijas el peso de mi propia realización, pero estoy absolutamente seguro de que sin ellas no podría pensar en realizarme porque ni siquiera sería.
Por eso te entiendo Gaya. Un capitán puede cambiar el rumbo si así lo considera necesario, escaparle a una tormenta que se eleva amenazante y hasta descansar en un puerto hasta que los vientos soplen con benevolencia. Pero el capitán nunca puede poner en riesgo el barco, porque dentro de él se encuentra la tripulación que es su bien más preciado.
Mis ausencias, o presencias de chaparrones, no me permiten ni siquiera imaginar qué es lo que ha pasado, pero, con la pena que me provocó tu despedida, creo que hacés bien en resguardar tu mayor tesoro. Que quien quiera que sea se adjudique sus pequeños triunfos, tu mayor triunfo será que ellas estén bien y ya te amañarás para que el resto de la gente que bien te quiere pueda seguir disfrutando de las estelas de tu navegar. O volverás mañana, si es que el horizonte vuelve a resultar prometedor.
Te mando un abrazo de amigo.
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